El presupuesto municipal para festejos se redujo sensiblemente. Pasó de USD 4 800 000 en 2014 a USD 2 800 000 en 2015, y a USD 1 600 000 en este año.
La condición de los festejos de antaño cambió. La característica de las fiestas, con decenas de bandas de pueblo y bailes en las calles hasta la madrugada del 5 y el 6, se ha ido perdiendo en el tiempo. Espectáculos masivos y nuevas formas de celebración se han alentado.
Un factor clave del cambio es la crítica que el consumo excesivo de alcohol recibe de la sociedad y la siniestralidad en temporada de festejos. Los actos masivos desterraron el expendio de licor.
Otro aspecto que ha modificado sensiblemente el carácter, duración y matiz de la fiesta de Quito es la interrupción de la feria taurina en la Plaza de Toros de Iñaquito, vigente desde 1960. Ahora los aficionados a los toros mantienen el rescoldo en la pequeña y recoleta Plaza Belmonte, en San Blas, con festejos en menos días.
Antes Quito era un volcán de eventos gastronómicos, de actividades turísticas y culturales tejidas alrededor de la fiesta brava que se ha acotado sensiblemente, pese a la persistencia de unos cuantos aficionados. Eso influyó sensiblemente en la economía de la capital. La sesión solemne del 6 de Diciembre siempre marcó un hito político.
Con los cambios que Quito vive y su nueva condición urbana, el llamado es a celebrar la fiesta en paz, premisa que no debemos olvidar. El respeto es esencial para la convivencia civilizada.