El tema es recurrente y actual, que demanda reflexiones desde la ciudadanía –y también desde el poder- para contribuir a un diálogo informado, transparente y, si es posible, al logro de acuerdos básicos en función de una gobernabilidad mínima o máxima. Enfoques de Adela Cortina y Federico Mayor Zaragoza.
Dicen que el mundo está loco. Y, ciertamente, lo está cuando vemos, al mismo tiempo y en varios escenarios, en los que somos espectadores, a través de los medios de comunicación, la cantidad de desafueros, excesos, matanzas de inocentes, delitos económicos y políticos, mentiras monumentales y… pocas noticias que delatan o describen actos de bondad, solidaridad o mejora.
¿Es que la violencia –en sus diversas fases y formatos- es ahora un espectáculo, que tiene cultores o asiduos clientes, que se solazan con el morbo que ofrece la sangre, el dolor y la muerte?
• ¿Posmoralismo?
Estos contrapuntos, tomados de la realidad, demuestran, paradójicamente, que la ética goza de excelente salud, porque, si bien las acciones relatadas manifiestan la ausencia de ética se observa ‘el repentino aumento de la conciencia solidaria’. Parece que sí, pero con una moral diferente. Algunos consideran que estamos en una época posmoralista, en la que los dogmas ya no soportan las nuevas corrientes de la posmodernidad, que exigen cambios globales, planetarios, y no ya discursos y retóricas.
¿Qué ha sucedido? Esta generación tiene la sensación que el mundo en manos de poderes hegemónicos ya no responde a los retos de la civilización y su supervivencia: las ‘burbujas’ han superado las posibilidades reales de los Estados, y la caída de las economías ha sido una respuesta al individualismo depredador, a una economía sin ética ni estética. En estos escenarios, la quiebra de los valores clásicos es evidente, o lo que algunos han dicho corresponde a ‘la quiera de toda moral’.
• Ética de los mínimos
Adela Cortina, española, plantea una ética de los mínimos; es decir, sustentada en los derechos humanos, donde los ciudadanos podríamos construir una ética independiente de la religión y anclada en éticas laicas, como el trabajo, la honradez, la fidelidad, la vida familiar, la libertad, la tolerancia, la responsabilidad, entre otros valores.
En su obra ‘Una ética sin moral’ (Editorial Tecnos, Madrid, 2010), Adela Cortina manifiesta que ‘la fe hasta bien poco cumplió su misión, porque los seres humanos asumieron sus deberes que desde tal ficción les han impuesto: deberes morales, jurídicos, políticos y religiosos. A cambio de su sumisión han recibido la garantía de una justicia última y un final feliz’.
• El poder de los soberanos en declive
En ese sentido, la autora no disimula al destacar una verdad evidente: ‘que las religiones nacieron del afán de la inmortalidad, según Miguel de Unamuno’. Y añade: ‘Buenos servicios prestaron las religiones al mundo jurídico, al dotarlo de un legislador sabio y prudente, y también de un juez infinitamente perspicaz, absolutamente insobornable, sin duda bondadoso, pero implacable en el castigo. Buenos servicios prestaron a la moral, al darle, no solo un legislador sabio, sino también juez interior, que lee en lo íntimo de los corazones y premia o castiga con poder y sin error.
Buenos servicios prestaron al mundo político –y lo siguen prestando-, al legitimar el poder de los soberanos, pero también a las sociedades, porque crear vínculos desde la cosmovisión y las creencias compartidas, proporcionar identidad y sentido a sus miembros desde ellas, ha sido desde antiguo tarea de la religión’.
• Razón práctica
Entonces, pese a ello, con el advenimiento de la modernidad y sus secuelas, ‘un nuevo ethos abandonó el mundo trascendente para encarnarse en el nuestro, contingente y corruptible: la idea de la imparcialidad en la legislación y en la aplicación de las leyes viene a constituir la estructura de una razón práctica, que configura la moral, el derecho y el Estado modernos’.
Así, Cortina intenta ‘responder desde la filosofía moral –desde la ética- el gran reto legado por Nietzsche: averiguar si el orden moral desde el que cobran sentido la autonomía personal, el derecho moderno y la forma de vida democrática tienen realidad o es tal orden ficticio’. ‘Prudentes sociólogos –afirma Cortina- se preguntan si no será necesario devolver su cohesión a las sociedades y su identidad a los individuos desde alguna nueva forma de religión civil’.
• Ética de la modernidad crítica
¿Bastan los derechos, la política y la justicia para resolver los conflictos humanos? ¿Es que está naciendo un nuevo orden moral democrático? ¿Solo la razón es su fundamento? ¿Vivimos un tiempo postmoral?
La denominada ética de la modernidad crítica podría ser la alternativa, según Cortina, ‘porque las sociedades aprenden no solo a nivel científico, técnico o artístico, sino también a nivel moral: el reconocimiento de la autonomía personal, la dignidad que en consecuencia, a todo ser humano compete, los derechos humanos, el derecho imparcial, la forma de vida democrática se han incorporado a nuestro saber moral en un proceso que resulta ya irreversible, de modo que renunciar a todo ello significaría ya renunciar a nuestra propia humanidad’.
• Hacia una ética civil
El cuadro, entonces, es preocupante. La resignación podría ser la actitud resultante para quienes basan sus comportamientos en los dogmas, y la búsqueda y encuentro de una nueva era donde el mundo práctico reclama una ética –la de los mínimos- afirmados en los derechos humanos, para otros.
Como resultado, los fundamentalismos no solo están en decadencia por ser hijos de los dogmas, sino que las instituciones que, supuestamente, defienden esta ética han perdido su espacio moral y están cayendo en manos de los denominados poderes fácticos, que a nadie representan, o mejor dicho representan a intereses antes que a principios.
Es tiempo de crear una ética civil, la de los ciudadanos y ciudadanas formados para construir una sociedad más incluyente, donde la doble moral no sea la regla sino la excepción, y donde la democracia se respire por dentro sobre la base del descubrimiento del otro –la alteridad- y donde los derechos se sostengan en los deberes y responsabilidades correlativas.
• Otra propuesta: una mirada ‘bio-ética’
Federico Mayor Zaragoza, ex secretario general de UNESCO planteó una mirada ‘bio-ética’ para la humanidad. Él sostuvo que lo que el mundo necesita es un ‘nuevo contrato’, un contrato general y obvio entre todas las naciones, que permita 1) lograr la eliminación de la pobreza y sus causas –aspecto político-; 2) mejorar las condiciones de educación y cultura para todos, sin excepción –aspecto cultural-; 3) articular estrategias para asegurar un ambiente menos contaminado y sobre explotado, que asegure los recursos naturales para las futuras generaciones –aspecto ecológico-; y, 4) probablemente lo más importante, incorporar un contrato ético que permita humanizar la economía y la política, es decir, el mismo poder que, hoy por hoy, genera la desigualdad y el desencanto.
En este contexto, ¿es posible un pacto ético y estético?