Un Ecuador cada vez más dividido y enfrentado. Así se puede resumir el escenario nacional al cabo de los plantones del oficialismo y las marchas de la oposición del último jueves 7 de abril, que se dieron esta vez motivados por el proyecto de Ley Orgánica para el Equilibrio de las Finanzas Públicas, una reforma tributaria que plantea el incremento de impuestos a los cigarrillos, bebidas alcohólicas y azucaradas.
El ahondamiento de la confrontación, en este tiempo de una crisis que se expande y que atrapa a más ciudadanos y sectores de la economía, no conviene para nada a un país que requiere unir sus esfuerzos y hallar soluciones. Eso es lo menos que se puede pedir en un escenario complejo y azaroso.
Manteniendo la posición de que no existe una crisis, si no apenas problemas coyunturales que se deben a la caída de los precios internacionales del petróleo, el gobierno del presidente Rafael Correa opta por sostener sus tesis. Pero no ha esbozado un programa efectivamente creativo para superar el frenazo económico.
El Mandatario, además, ha llamado a sus partidarios a defender su proceso revolucionario.
En la otra orilla, los opositores y los sectores económicos que pueden ser afectados por el aumento de los tributos, tampoco articulan una propuesta política y económica que se vea viable y posible dentro del actual modelo.
A poco más de un año para un relevo en Carondelet, el país sigue a la espera de soluciones imaginativas y de diálogo.