Sin ninguna exageración de por medio, el futuro del planeta se dilucida en estos días en París. La capital de Francia acoge la XXI Conferencia Internacional sobre el cambio climático (COP21).
La cumbre del clima se ha abierto con la esperanza de cristalizar un objetivo de enorme trascendencia: la firma de un acuerdo vinculante para frenar la emisión de gases de efecto invernadero. Solo de esa manera se podría limitar a menos de dos grados el calentamiento terrestre de aquí hasta finales del presente siglo.
No obstante, como lo han demostrado las reuniones iniciales, concretar un objetivo de ese calado se vuelve complejo.
Ayer mismo, la India -el tercer mayor emisor de partículas contaminantes, después de China y Estados Unidos- ha bloqueado el avance de las negociaciones sobre un acuerdo climático. ‘Los países en vías de desarrollo deben mantener el espacio suficiente que permita el desarrollo’, ha dicho el primer ministro indio, Narendra Modi.
La postura de Nueva Delhi contrasta con la de Estados Unidos, cuyo presidente, Barack Obama, ‘reconoce el papel de su país en la creación del problema del cambio climático y también asume su responsabilidad de hacer algo’.
En París también se ha escuchado la propuesta del presidente Rafael Correa acerca de una ‘justicia ambiental’, que no ha cosechado mayores adhesiones.
Si no se concreta un acuerdo vinculante, los especialistas ya han advertido de las consecuencias catastróficas que acarreará el calentamiento de la Tierra.