La planta, capaz de producir 250 000 vehículos por año, atenderá la demanda de Brasil y Latinoamérica.
El pasado 28 de abril fue un día especial para el noreste de Brasil y particularmente para el estado de Pernambuco. Con la presencia de Dilma Rousseff, presidenta de ese país, y de Sergio Marchionne, director ejecutivo del Grupo FCA, entre otras personalidades, fue inaugurada una gigantesca fábrica de la marca Jeep en las cercanías de la ciudad de Goiana.
La factoría denominada Polo Automotivo Jeep, de 530 000 metros cuadrados, se construyó sobre lo que antes era una plantación de caña de azúcar, en un plazo récord de dos años, como producto de un acuerdo entre el expresidente brasileño Lula da Silva, el fallecido exgobernador pernambucano y candidato presidencial Eduardo Campos, y el presidente de Fiat para Latinoamérica Cledorvino Belini.
Su establecimiento marca varios hitos para el fabricante, para el país y para la zona, pues es la primera construida desde la constitución del grupo automovilístico Fiat – Chrysler, representa el regreso de la producción de Jeep en Brasil en más de 30 años y tendrá un gran impacto económico y social en la región donde se asienta, así como en sus zonas aledañas, pues es la primera de su tipo en la región.
La decisión de su ubicación obedeció a un compromiso con el desarrollo de Pernambuco, que durante muchos años anheló seguir el ejemplo de industrialización de los estados del sur del país.
ALGUNOS HITOS
La inversión para la construcción de la fábrica fue superior a los USD 2 300 millones.
16 empresas de proveedores están establecidas en el parque industrial.
Los empleos repartidos entre la planta de Jeep y las de los proveedores suman 9.
El reto fue enorme, ya que implicaba atraer a una considerable cantidad de proveedores, capacitar y emplear a una fuerza laboral no calificada proveniente de los alrededores, y sentar las bases de una industria inédita, pujante y dinámica que llevara progreso y bienestar a una región postergada.
El proyecto fue posible gracias a una inyección de recursos combinada entre el fabricante y varias entidades financieras de Brasil. Mientras la construcción avanzaba, Fiat consolidaba su adquisición paulatina y total del Grupo Chrysler, que se concretó el 1 de enero del 2014. La factoría pasó a convertirse en uno de los principales activos de la empresa en constitución.
Stefan Ketter, vicepresidente Mundial de Manufactura del Grupo FCA, aseguró que la construcción de este complejo ha sido el proyecto más ambicioso de la historia de la compañía, pues también contempló el establecimiento de un parque industrial integrado para empresas proveedoras de autopartes, de las cuales 16 ya cuentan con instalaciones propias y producen en el lugar.
El modelo con el que Jeep inició las operaciones de la flamante fábrica brasileña es el Renegade, un SUV compacto que fue presentado como prototipo en el Salón del Automóvil de Ginebra del 2014, y que empezó a producirse en Italia en agosto pasado.
Con una capacidad instalada para producir 250 000 unidades anuales, el grupo FCA planea abastecer la demanda del mercado brasileño y exportar el modelo a los países latinoamericanos desde finales del año en curso.
En la planta, el grupo FCA ha implementado la más avanzada tecnología para la fabricación de vehículos (hay 700 robots de última generación repartidos en diferentes procesos) y más de
15 000 de las mejores prácticas empresariales e industriales que hicieron posible la fusión entre Fiat y Chrysler.
El trabajo de la planta debe contribuir al cumplimiento de la ambiciosa meta de Jeep, que quiere pasar del millón de unidades que vendió en todo el mundo el año pasado a 1,9 millones en el 2018. Ello mejoraría la ubicación del Grupo FCA en el ‘ranking’ de los mayores fabricantes automovilísticos del mundo, en el que actualmente ocupa la séptima posición.
Pero la planta también aportará notablemente a la economía local y nacional. Se estima que en el año 2020 el Polo Automotor Jeep contribuirá con un 6,5% al Producto Interno Bruto de Pernambuco. Solo en el primer año de operaciones, su participación en la generación de riqueza del estado será del 2,5%.
Estas cifras se lograrán principalmente con el empleo de mano de obra local, lo que significa que su operación también tendrá efectos sociales positivos.