Ayer, horas antes de comparecer a la Comisión Legislativa Penal, apareció muerto el fiscal argentino Alberto Nisman.
Las primeras pericias hablan de un suicidio, aunque informes periodísticos dicen que su familia no cree en esa teoría.
El fiscal Nisman interrumpió sus vacaciones en España, volvió a la Argentina e hizo una afirmación dura: según el letrado, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, dos ministros y altos funcionarios habían fabricado la inocencia de quienes perpetraron el acto terrorista que mató a 85 personas con una bomba en la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. El hecho todavía no se esclarece.
La dura y agria respuesta del Canciller, el viernes, frente a las afirmaciones del fiscal Nisman y la reacción oficial desataron un proceso crispado, que con este desenlace fatal exige, ahora más que nunca, un esclarecimiento total.
La tragedia sacude y entristece a una opinión pública ya tensa por el nerviosismo de la inflación galopante y las denuncias de corrupción en el tramo final del último año de la Presidenta en el poder, que acusa un desgaste tremendo luego de tres períodos del Frente para la Victoria. La Presidenta hizo pública una extensa carta, salpicada de subjetivas interpretaciones y sensaciones del referido atentado de 1994 , en la que da por un hecho la tesis del suicidio.
Un país atravesado por un tenso debate y un pulseo duro entre el populismo y una prensa crítica suma hoy una nueva fuente de estupor. ¿Se hará justicia?