La violencia de género y las brechas económicas y laborales todavía representan batallas vigentes para miles de mujeres.
De un hilván a la más resistente costura. De un patrón repetido a un diseño propio y totalmente exclusivo. Las mujeres son la creatividad y la mano de obra. Sin embargo, también aquellas puntadas que se entrecortan entre las agujas de la violencia de género.
En Ecuador, del 1 de enero al 31 de diciembre de 2022, la Asociación Latinoamericana para el Desarrollo Alternativo (Aldea) reportó 332 muertes violentas de mujeres por razones de género. Cada 26 horas ocurrió un femicidio.
Al menos 48 de ellas indicaron antecedentes de violencia y nueve tenían boleta de auxilio. Había alertas y 57 muertes pudieron prevenirse. Y eso no es todo. Porque 4 de cada 10 mujeres asesinadas eran madres. ¿Qué faltó? Las respuestas son diversas, sin embargo, hay un eco latente: la carencia de la activación de un sistema de protección integral desde los distintos pedales del Estado. Entre las manos letales de los femicidas no hubo distinciones de edad. La más joven tenía apenas 3 meses y la mayor 84 años.
Cada una de ellas -aunque en distintos pero igual de duros momentos de la historia en el mundo- encaja como aquel rostro contemporáneo y palpable de las obreras de la industria textil; aquellas que levantaron su voz en el siglo XIX, reprimidas únicamente por exigir derechos y justicia.
Hoy, las creaciones sobre la mesa de costura, un escritorio o en medio del campo aún se empapan de lágrimas de aquellas que buscan romper el círculo de las agresiones.
La independencia económica y la responsabilidad social son puntales para salir adelante. Para ello, es necesario que las mujeres en la ruralidad, en las urbes y en cada rincón del país tengan las herramientas para generar medios de vida que permitan pasar de una ruta en zigzag a un camino llevadero.
En el país aún se espera que normas, como la Ley para impulsar la economía violeta, sean efectivas y rompan la brecha salarial, de toma de decisiones en instancias de poder y que la cinta métrica tenga los mismos centímetros para cada ser humano.