Para el grueso de ecuatorianos, la ceremonia del Oscar es algo íntimo y remoto al mismo tiempo. Íntimo pues hemos visto las películas a oscuras, en silencio, conmoviéndonos o identificándonos con el drama de los personajes. Y remoto porque es más inalcanzable que el Super Bowl, adonde logramos colarnos pagando millones de dólares para que sonara durante 30 segundos una cuña con la canción de un inglés.
En un filme que se perfila como uno de los preferidos por críticos y académicos para los Premios Oscar, titulado ‘Whiplash: música y obsesión’, se plantea en forma apasionante un tema pocas veces abordado con tanta crudeza y fuerza dramática. Se trata de la búsqueda de la perfección, la excelencia y la genialidad en la labor artística. La materia elegida es la música, más precisamente el jazz clásico estadounidense.