Para el grueso de ecuatorianos, la ceremonia del Oscar es algo íntimo y remoto al mismo tiempo. Íntimo pues hemos visto las películas a oscuras, en silencio, conmoviéndonos o identificándonos con el drama de los personajes. Y remoto porque es más inalcanzable que el Super Bowl, adonde logramos colarnos pagando millones de dólares para que sonara durante 30 segundos una cuña con la canción de un inglés.
Pero vamos al grano: como yo aprendí a ver cine en el Capitol de Manta, lo primero que exijo es que me cuenten bien una historia y que las actuaciones estén a la altura. El guión de ‘Whiplash’ es un modelo de lo que digo: dos fuerzas clásicas enfrentándose y fundiéndose: el joven brillante y ambicioso (Teller) y ese maestro tiránico y calvo, con una actuación impactante, digna de un premio (J. K. Simmons); cine independiente, tomas expresionistas y una batería que no deja de sonar para los amantes del jazz.
Más ambiciosa y más cara, ‘Birdman’ crea el escenario perfecto para que se luzca Michael Keaton en la lucha con los demonios de su pasado. Otra vez un tema clásico pero con toques de humor y el alarde técnico de esos planos-secuencia con los que se juega un maestro como González Iñárritu, quien afirma que rodar una buena película “es abrir una guerra a muerte, principalmente contigo mismo”.
El director de ‘Boyhood’, en cambio, se planteó un desafío insólito y descomunal en un medio que ladra por novedades: seguir el crecimiento de un niño con los mismos actores durante 12 años. Aunque la actriz que da vida a la mamá ha sido nominada, si le quitamos la referencia al mundo real no pasa mucho, o lo que pasa es la vida, que puede ser aburrida.
Siguen los ‘biopics’ de dos genios ingleses; uno, el famoso Stephen Hawking, quien, no obstante su terrible enfermedad, sigue buscando la gran ecuación que explique el universo.
Impresionante el trabajo actoral de Eddie Redmayne, aunque la trama, basada en las memorias de su esposa Jane (que pinta para el premio) resalte más bien el papel jugado por ella, y terminemos asistiendo a una inesperada y doble historia de amor. El otro genio de la matemática es gay; esa es la cruz que carga Alan Turing mientras descifra el código alemán y ayuda a ganar la Segunda Guerra Mundial. Una actuación muy verosímil de Benedict Cumberbatch, el mismo que encarnara a nuestro conocido Julian Assange.
Cuando me estoy acostumbrando a historias y actuaciones impecables, como la de Julianne Moore afrontando el alzhéimer en ‘Siempre Alicia’, llega el turno de ‘Francotirador’. Tienen razón quienes tildan de fascista al enfoque patriótico de un soldado dedicado a eliminar fríamente ‘salvajes’, empezando por una madre y un niño que han salido a enfrentar a los tanques de los invasores. Como era de esperarse, el filme tuvo un éxito arrasador en EE.UU. Después se preguntan de dónde sale tanto psicópata a cazar a sus compañeros en colegios y universidades.