Las palabras con las que se titula esta columna no las pronuncia un anticastrista desde Miami. Tampoco las lanza al aire un disidente en La Habana.
Se las escucha de una cubana de mediana edad, que forma parte de los más de 3 000 isleños que ahora mismo están atrapados en el limbo migratorio de los albergues provisionales en la zona fronteriza norte de Costa Rica. Se encuentran allí, varados, luego de que Nicaragua cerrara su frontera y desde el pasado 15 de noviembre les bloqueara el paso para seguir con su odisea de tratar de llegar a Estados Unidos.
Puesto que el flujo migratorio de los cubanos parece no frenarse, allí se fragua -poco a poco- una crisis humanitaria, que ya activó una reunión de autoridades de 11 países.
Mientras las autoridades deciden qué medidas adoptar, vale la pena diseccionar el testimonio de la mujer, que -sorprendentemente- aún está disponible en las redes sociales.
Parece claro que ella se despoja -al menos temporalmente- del miedo acumulado durante décadas. Y con coraje da su versión acerca de algunas de las miserias que se viven bajo un modelo político fallido, como en efecto lo es el ‘gulag’ tropical edificado por los hermanos Castro a lo largo de 56 años.
Igualmente, conviene ver todo esto como lo que es: el intento -no solo de ahora- de miles de cubanos de evadirse del ‘gulag’ antillano, de un Estado que lo controla todo y que asfixia con su poder descomunal a los que están por fuera de la ‘nomenklatura’ y de la cúpula; es decir, a la mayoría de la población.
En forma paralela, el éxodo pone en evidencia a un régimen que ya prepara la sucesión y que no da muestras de estar dispuesto a cambiar sus métodos ni sus prácticas. El restablecimiento de relaciones con Washington -un paso realmente histórico- y la reciente visita del papa Francisco han servido para confirmar que la espera de transformaciones de gran calado resulta una utopía.
“Muchos prefieren morirse que volver a Cuba”. Así sintetiza la mujer su vida en la isla del ‘socialismo real’, que culpa a terceros de sus miserias y sigue siendo el faro guía de una serie de regímenes de la región.