Hay evidencias sobre el deterioro de la moral social, en el contexto de la caída de referentes, reconocida como vacío ético.
En respuesta a este fenómeno podemos apreciar, como reacción, dos actitudes extremas que tienden a autoafirmarse: el apego inmovilista a la ética tradicional o fundamentalista; y, el relativismo moral, que responde a la mentalidad dominante en la sociedad actual. La primera defiende una ética puritana, legalista, en clara posición condenatoria; la otra, desde un abierto subjetivismo moral, dictamina sobre lo que es bueno sin ningún tipo de referencia a las exigencias de la naturaleza humana.
El mero legalismo autoritario nunca ha salvado ni salvará a nadie. Es necesario afirmar, entonces, la necesidad y la urgencia de la moral pública bajo otras premisas: los derechos humanos. Y ese es el papel de la familia y de la nueva educación en valores.
Pero, ¿de qué tipo de educación hablamos? Si la educación es un sistema encargado de reproducir y legitimar los valores existentes en el cuerpo social, a través de un discurso pedagógico que se distancia de las prácticas sociales y políticas. Pero también hay otro problema subyacente: la crisis del país está atravesada por la etnicidad; es decir, por el carácter generado desde las raíces que constituyen las bases de la cultura donde se asienta el ser y el modo de ser de nuestro pueblo. Lo étnico -según los expertos- es anterior a lo político y su expresión más elevada es la identidad nacional caracterizada por lo diverso y lo propio.
Curiosamente, al perder los referentes, la cultura ha dejado de tener una base material y se ha orientado por lo ajeno, donde las externalidades han hecho presa de esa raíz o matriz ancestral.
Con un problema ético y étnico en ciernes, el poder político y económico halló el espacio ideal para ejercer su hegemonía. Así, el rostro de la crisis está representado por una sociedad escindida en lo cultural, fragmentada en lo político y polarizada en lo económico.
El problema del Ecuador incierto, que podría situarse en tres categorías de análisis: la ilegitimidad, la falta de representatividad, y como resultado de las dos anteriores, la ingobernabilidad, que constituyen factores reales de la desinstitucionalización que afronta el país. Ante esta situación, un nuevo “ethos” es urgente, y nuevos liderazgos desde la sociedad civil.