Aunque el video de “Despacito” no solo fue el más visto en YouTube en el año que termina sino que alcanzó el récord de ser el más visto de la historia, 2017 no fue nada cadencioso sino una montaña rusa, con caídas abruptas y curvas insospechadas, todo a velocidad de vértigo.
Comenzó antes de Año Nuevo, el 21 de diciembre de 2016, cuando la justicia de EE.UU. reveló el “Acuerdo de culpabilidad” en el que Odebrecht aceptó haber pagado USD 788 millones en sobornos a funcionarios de 12 países para obtener contratos de obras, 33.5 millones de ellos, entre 2007 y 2016, en el Ecuador.
El tema no caló demasiado entre la gente porque, y lo comprobamos en la campaña electoral, sus urgencias se centraban en la falta de trabajo y la crisis. Solo “despacito” la corrupción fue subiendo del séptimo lugar que tenía en las preocupaciones ciudadanas.
Los electores se polarizaron entre Lenin Moreno y Guillermo Lasso. Tan floja era la candidatura oficial, que Lasso, estupenda persona y exitoso empresario pero mal candidato, estuvo a punto de ganar la segunda vuelta electoral porque recogió el voto protesta. El triunfo de Moreno se debió, sobre todo, a la masiva y desvergonzada utilización de los recursos del Estado.
La inundación de la esperpéntica “plataforma” fue el símbolo final de la deficiente construcción y pésimo gusto que estragaron al país durante diez años. Sí, Correa se despidió el 24 de mayo, pero dejó una estructura montada y delegados enquistados en las funciones del Estado. Pero, ¡oh sorpresa!, su omnipotencia se esfumó. Las primeras señales de cambio vinieron con la apertura de Lenin Moreno, su nuevo estilo de comunicación y su evidente tono de reconciliación nacional.
Esto catapultó su popularidad. Y se anotó más puntos cuando denunció la putrefacción del régimen correísta y reconoció el mal estado de la economía. Correa y unos cuantos aliados fieles, cada vez más desconcertados, respondieron al fuego. Moreno se animó entonces a plantear una consulta popular, pidió propuestas y el 2 de octubre definió las siete preguntas que, al no recibir dictamen en los plazos previstos, envió por decreto al CNE el 29 de noviembre.
La contundencia de las pruebas aportadas por la asistencia penal de EE.UU. y Brasil obligó al Fiscal General, tan cercano a Correa, a actuar con dignidad. Glas, que se sentía amenazado, se puso altanero; Moreno le retiró los poderes a inicios de agosto; en octubre fue enjuiciado, apresado y, en diciembre, condenado. Ahora esa histórica y vergonzosa sentencia está en proceso de apelación. La inquietud renació con el cínico audio de Mangas, pero algo se calmó con su separación. Tras el interludio en el Vaticano y España, el año termina con Moreno abocado al nombramiento clave de vicepresidente, mientras arranca la campaña para la consulta.
Columnista invitado