Desde la asunción de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, rodeada como bien se sabe de sospechas de fraude que nunca fueron disipadas, la vida política de ese país cambia día tras día de manera cada vez más errática.
En la asamblea general de la OEA realizada en Guatemala, el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, y el canciller venezolano, Elías Jaua, se estrecharon la mano luego de mantener una corta entrevista. Detrás de ese gesto están, por un lado, el deseo del gobierno de Maduro de ser reconocido por el de los Estados Unidos y, por el otro, la fundamental relación comercial por el petróleo, a la que ninguno de los dos países renunciará.
Sin embargo, eso no cambiará la sensación de inseguridad que causan las decisiones y afirmaciones de un Maduro cada vez más ciclotímico. Como cuando, en mayo, manifestó que ya tenía identificados a los 900 000 chavistas que votaron por Capriles, pese a que el voto es secreto y es virtualmente imposible saber quién votó en contra.
Existió también, como se recordará, la sorpresiva puesta al aire de una grabación que parece ser sumamente comprometedora y que ahondó la sensación de fragilidad prevaleciente en el escenario político y social. Fue una conversación telefónica entre un funcionario de la inteligencia cubana, el teniente coronel del G-2 Aramís Palacio, y el periodista chavista, cercano a Nicolás Maduro, Mario Silva, cuyo programa ‘La Hojilla’, que ha estado en el aire nueve años, ha sido ahora levantado. La situación dejó en claro el papel de Cuba en Venezuela y el enorme nivel de injerencia que ella sugiere. Además, reveló las divisiones y rivalidades que existen entre los políticos bolivarianos, particularmente entre el sector de Nicolás Maduro y el que responde, en cambio, a Diosdado Cabello, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela. Por supuesto, ésta, dominada por el chavismo, desestimó la denuncia formulada por la oposición y se negó a debatirla, pese a que lo sucedido tiene que ver no sólo con la seguridad nacional y la defensa del erario, sino con el funcionamiento de las deterioradas instituciones centrales.
Mientras la inflación alcanzó el 6% en mayo, lo que motivó la puesta en marcha de medidas de racionamiento, Maduro, enojado con Bogotá por la reunión entre el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, y el líder opositor venezolano, Henrique Capriles, acusó al país vecino d e “querer envenenarlo”. Sin embargo, apenas un día o dos después, buscó “reconstruir” y “reconfigurar” -fueron sus palabras- la relación con el Gobierno colombiano, para alinearse finalmente con Nicaragua y Bolivia otra vez en contra de Colombia, porque este país va a iniciar un acercamiento con la OTAN.
Sin embargo, el tsunami social que sufre hoy todo el pueblo venezolano desmiente por desgracia cualquier afirmación soberbia de su actual Presidente sobre la “soberanía alimentaria” de la que había alardeado en su momento su antecesor.