José Miguel Insulza, secretario general de la OEA, dice que existen razones de peso, tanto económicas como políticas, para estar expectantes por el momento que pasa Latinoamérica, en la antesala de la VI Cumbre de las Américas.
“Antes entrábamos de los primeros a las crisis económicas, salíamos de los últimos y éramos los que salíamos peor -señala el secretario general de la OEA-. Ahora, en cambio, la región objetivamente resistió el impacto de la crisis. Se dice mucho que por las importaciones de commodities, sí, pero también hay signos evidentes de que hubo un buen manejo de la economía antes de la crisis”, agrega.
“Esto, naturalmente, ha creado una sensación de gran satisfacción. La idea de que realmente es posible que la región despegue en la dirección del desarrollo. Y si usted mira los datos de la década que terminó, la verdad es que ya se nota un enorme progreso: entre el 2001 y el 2011, América Latina y el Caribe tuvieron un crecimiento superior a la suma de las dos décadas anteriores”, destaca.
En su análisis, la región también se ve más madura en términos institucionales. “Con la sola salvedad del tema de Honduras, hay una situación bastante satisfactoria desde el punto de vista de las democracias”, dice, resaltando cómo durante la década pasada se ha ido superando la inestabilidad que caracterizó a los años 90.
“Con excepción de Honduras, desde 2005 no ha habido un derrocamiento de gobierno. Ningún gobierno terminó prematuramente, a ningún Presidente lo echó el Congreso. Antes eso pasaba una vez al año, por lo menos. Entonces no hay solamente democracia en la generación de las autoridades, sino que hay estabilidad política. Y eso ayuda también a un mejor clima en la región”.
Pero también hay serios desafíos, entre ellos la criminalidad y la violencia en Latinoamérica, región que hoy tiene la mayor tasa de homicidios del mundo.
“Lo que corresponde a los países es buscar mayor coordinación, lo cual no siempre es fácil. Todavía los procedimientos de extradición o de intercambio de información van bastante más atrás respecto de la velocidad con la que se mueve el crimen organizado a través de las fronteras”, asegura el secretario general, quien apoya la creación de un Centro Hemisférico contra el Crimen Organizado para coordinar políticas conjuntas.
Insulza, por otro lado, ve con recelo, aunque entiende, la creciente tendencia en la región de utilizar a las fuerzas militares en el combate contra la delincuencia. “A mí no me gusta la participación de las FF.AA. en materia policial, pero tengo una gran comprensión por los países que no tienen otra opción” –indica-. “Me parece natural que lo hagan cuando hay mucho ejército y poca policía, y cuando los narcotraficantes tienen armas avanzadas que no pueden ser combatidas sólo por la policía”, añade.
“Lo ideal es que enfrentemos causas más estructurales como la desigualdad, la pobreza, el desempleo, la falta de educación; pero también hay que combatir el crimen, y el crimen se combate con los recursos que se tienen. Naturalmente, es difícil pensar que algunos países puedan hacer eso sólo con sus fuerzas policiales”.
El otro gran tema que se asoma en la Cumbre es el debate sobre la estrategia antinarcóticos. “El gran problema que viven los países de América, sobre todo (América) Latina y el Caribe, es que la guerra contra las drogas ha sido una durísima experiencia en los últimos años. Ha tenido efectos económicos y criminales fuertes, con un aumento del crimen organizado. Pero a pesar de todo, ha tenido resultados: el año 2010, por ejemplo, se confiscó más de la mitad de la cocaína que se produjo, y a fines del año pasado se estimaban en 3.600.000 los presos en toda América, de los cuales un tercio estaban por drogas”, afirma.
“La pregunta que se hace es, ¿vamos a seguir eternamente en esto? ¿Vamos a seguir confiscando y confiscando y metiendo más gente presa? Mientras tanto los clanes se han fortalecido y se han extendido a otros crímenes, como al secuestro, al lavado de dinero, al tráfico de armas, de inmigrantes, la trata de blancas, etc. Entonces sí, hay un ánimo de discutir la estrategia”, señala Insulza, quien destaca que en la pasada reunión de la OEA en Surinam ya se acordó “poner más énfasis en la prevención y en el enfrentamiento de la demanda, y no solamente de la oferta”.
“Creo que hay conciencia en todo el mundo que éstas no son cosas que cada país pueda hacer por su cuenta. Hay que hacer una revaluación de la estrategia, evaluar todo lo que hizo antes, responder todas las preguntas y todo el mundo tiene que estar de acuerdo. Por lo tanto yo hablaría de una primera discusión, que ya es una gran cosa. Como dijo el Presidente de Guatemala, ya es una gran cosa que un tema que era tabú discutir, lo vayamos a debatir abiertamente. Pero para ser una primera discusión, no espere grandes resultados”.
En este sentido, Insulza indica que EE.UU. —el mayor consumidor mundial de drogas— es “más reticente” a debatir su estrategia antinarcóticos, ya que “no está causando las graves disrupciones que está causando en otras partes de la región”. “Es un problema muy grave, pero para EE.UU. no tiene la envergadura que tiene para países más pequeños, así que creo van a ser cautelosos”.
Sin embargo, destaca que las relaciones entre EE.UU. y Latinoamérica hoy son muy distintas a lo que solían ser, y que Washington ha sido “un jugador de equipo” en los últimos conflictos que ha habido en el continente, como Honduras.
“La relación no es mala, es un poco distante, con la petición de que los temas más complejos sean discutidos”, opina. “En esto juegan dos cuestiones: que EE.UU. ha estado muy involucrado en otras regiones del mundo —por Afganistán, Irán, la ‘Primavera Árabe’, la crisis del euro— y que los países latinoamericanos han crecido en su autoestima, y eso significa una mayor voluntad de independencia, de diálogo al mismo nivel”, sentencia.