LaVII Cumbre de las Américas cumplió con todas nuestras expectativas: por primera vez estuvieron en estas citas hemisféricas, sentados y dialogando en la misma mesa, los jefes de Estado y de Gobierno de los 35 países de América. Un hecho histórico que tuvo también un gran corolario: por primera vez, desde hace más de medio siglo, los presidentes de Cuba y de Estados Unidos, dos países separados por menos de 100 millas, tuvieron una conversación directa.
Fue una Cumbre con grandes momentos de armonía y entendimiento, pero también de agitada retórica y a veces, como lo dijo el presidente Obama, pareció que algunos querían hablar más del pasado que del futuro. Pero, en cualquier caso, si hablamos de historia: ¡qué lejos estuvieron del clima de esta Cumbre, los tiempos en que invitar al Presidente de Cuba a una reunión a la que concurría el Presidente de EE.UU. suponía tomar medidas logísticas para evitar que se encontraran, aun por casualidad!
Los tiempos han cambiado en favor del diálogo y no solamente en la VII Cumbre. Hoy se dialoga para que haya paz en Colombia, después de más de medio siglo de conflicto armado; las fuerzas políticas de El Salvador firman un acuerdo para trabajar en conjunto, etc.
Parece que finalmente nos hemos dado cuenta de que el diálogo y la conciliación dan mejores resultados que la confrontación y la exclusión. Por eso los rostros de satisfacción en Panamá, sin vencedores ni vencidos.
Todo lo anterior nos invita a pensar que la VII Cumbre es el gran comienzo para una nueva era en las relaciones interamericanas: una era que se caracterice de manera creciente por el respeto a la inclusión de todos, por el respeto a la soberanía de todos y por el respeto irrestricto a la democracia y los derechos humanos. Todavía tenemos democracias imperfectas y casos de evidente retroceso. La democracia no solo se construye; también puede desconstruirse por el abuso, la arbitrariedad, la violación de los derechos humanos, el irrespeto del estado de derecho.
Eso no significa, sin embargo, que debamos volver a recurrir a la intervención o la exclusión para imponer principios por la fuerza y desde fuera. Nadie quiere eso ya como un camino para este hemisferio. El único camino posible es el que predominó en Panamá: la disposición al diálogo y al acuerdo deben reemplazar a la diatriba, la exclusión y la imposición.
Hubo otro breve encuentro en Panamá, entre los presidentes de EE.UU. y Venezuela. Ojalá a partir de él se llegue también a un mejor entendimiento entre ellos. Y ojalá también que el espíritu que reinó en la Cumbre ayude a todos los actores políticos y sociales de Venezuela para encontrar, por la vía del diálogo, acuerdos que permitan la libertad de las personas detenidas por razones políticas, un proceso electoral transparente y los compromisos necesarios para alcanzar, soberanamente, un camino democrático, apegado a su Constitución y con respeto de los derechos de cada uno sus ciudadanos.
* Secretario General saliente de la OEA