El movimiento telúrico se produjo a las 18:58 del sábado 16 de abril del 2016. Fue el resultado del desplazamiento entre dos placas tectónicas: las placas Nazca y Sudamericana. Foto: Archivo / EL COMERCIO
El terremoto del 16 de abril del 2016 causó un impacto en la geografía y en el ecosistema del país. A casi un año de este fenómeno natural, ha sido posible establecer sus consecuencias en diversos ámbitos.
Uno de los más representativos es el cambio en las coordenadas. Una presentación realizada por David Cisneros, técnico del Instituto Geográfico Militar (IGM), explica que la institución tiene 45 estaciones de monitoreo continuo, con equipos GPS, para rastrear datos de los satélites de posicionamiento global.
Si existe un fenómeno que afecte al movimiento o al comportamiento de estas estaciones, se puede detectar a través de la variación de las coordenadas.
El 16 de abril, durante el terremoto, con este equipamiento se pudo medir el desplazamiento de la tierra en las diferentes zonas del país, dependiendo de la distancia a las que se encontraban del epicentro.
El impacto más fuerte fue en Pedernales, donde se evidenció un movimiento de la corteza de 74 centímetros, medido a una distancia de 31 km del punto de máxima intensidad. Esto quiere decir, que las estructuras se movieron aproximadamente un metro.
El movimiento se reflejó en todo el país. En la estación del IGM en Loja, a 482 kilómetros de distancia del epicentro, se registró un desplazamiento de la tierra de 1 centímetro.
Alexandra Alvarado, directora del Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, sostiene que el terremoto influenció en la activación de otras fallas. Actualmente, el segmento que se fracturó ya liberó su energía.
Las réplicas continúan aunque en menores magnitudes. Según el IG, hasta este viernes se registraron 3 496.
Para Alvarado, este fenómeno natural representa una oportunidad para poder continuar con los parámetros de medición y de análisis del comportamiento de las placas.
En los ecosistemas marinos también se ha evaluado el impacto del terremoto. Edwin Pinto, director de Oceanografía Naval del Instituto Oceanográfico de la Armada (Inocar), explica que cuando ocurrió el sismo se generó un tsunami no destructivo, que alcanzó una amplitud de 1 metro.
El sismo y las corrientes generadas por el tsunami causaron una perturbación del fondo marino, que hizo que el agua se haga más turbia y haya un mayor aporte de nutrientes.
El derrumbe de las camaroneras y de las estructuras generó un impacto momentáneo en los bordes costeros y las algas microscópicas cambiaron su comportamiento.
La alteración del ecosistema marino duró pocas semanas. En la actualidad, la situación ya volvió a la normalidad.
Según Pinto, una de las preocupaciones eran las afectaciones en el fondo marino, por la seguridad de la navegación. Especialistas del Inocar acudieron después del terremoto a la zona y determinaron que no existían riesgos para la entrada de los barcos a través de los puertos.