El estudiante Martín Moreta representó al pueblo Otavalo en su vestimenta y baile. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Descubrir las costumbres, la música, la danza, los platos típicos, además de la ubicación geográfica de las regiones y su cultura, fue parte de un proyecto de investigación que realizaron durante un mes 39 niños con el apoyo de su maestra y sus padres.
Durante ese período los estudiantes del Sexto Año de Básica de la Unidad Educativa Francisco Flor, en Ambato, conocieron parte de las tradiciones, vestimenta, idioma y fiestas ancestrales de los pueblos y nacionalidades asentadas en la Costa, Sierra y Amazonía.
El estudio finalizó con exposiciones a través de carteles y fotografías, la demostración de la vestimenta y la danza tradicional de los pueblos como otavalos, shuar, montuvios, afroecuatorianos, cholos, cofanes; además no faltó la Diablada Pillareña. El proyecto se denominó: ‘Conociendo la música, la danza y las tradiciones de los pueblos y nacionalidad del Ecuador’.
El martes pasado, Kevin López, de 10 años, fue el primero en exponer. Vestía un traje color blanco con filos rojos y un sombrero. Él representó a la provincia de Esmeraldas, su danza y música caracterizada por el sonido de la marimba.
López cuenta que los afroecuatorianos fueron traídos como esclavos por los españoles con la idea de sustituir a los indígenas en la explotación laboral.
La maestra de Sexto Año C y directora de Proyectos de la Unidad Educativa Francisco Flor, Juanita Espín, dirige el estudio. Explica que el proyecto es parte de la asignatura de Estudios Sociales.
Pero la enseñanza de los niños también se centró en otras materias como Ciencias Naturales y Lengua; en esta última los pequeños aprendieron los saludos en kichwa, como parte de su aprendizaje.
Dice que el plan es interesante porque los niños investigan -con ayuda de sus padres y la guía de la maestra- cada una de las etnias, pueblos y nacionalidades que hay en el país. La idea es que ellos las representen y las vivan a través de la exposición, la música y la danza.
Explica que de esos conocimientos también se nutren los padres de familia, quienes les ayudan en la indagación. “Los niños valoran lo que tiene el Ecuador, su gente, su cultura, las tradiciones y saberes ancestrales para evitar la discriminación”.
La Diablada Pillareña también fue estudiada dentro del aula de clases. Jair Valdez, de 10 años, sabe de esta fiesta. Cuenta que hace tres años participa con su padre en una de las comparsas que sale a las calles de Píllaro del 1 al 6 de enero .
En la exposición explica que esta tradición tiene más de 150 años. Dice que hay dos versiones de la diablada. La primera es que pareció como una disputa entre los hombres de Tunguipamba y Marcos Espinel (Píllaro) por mantener la exclusividad de las mujeres.
Para evitar los enamoramientos de los varones de Marcos Espinel, ellos se disfrazaban de diablos para ahuyentar a sus rivales, desde entonces se fue organizando esta celebración que coincide con los Santos Reyes.
La vestimenta se compone de máscaras de diablo confeccionadas con cuernos de toro o de chivo, colmillos y mentones puntiagudos. “Es un trabajo interesante porque después de la investigación sé exactamente de dónde apareció esta fiesta”, indica Valdez.
Dulce María Miño, María José Villavicencio y Martín Moreta también investigaron sobre los pueblos afroecuatorianos y los otavalos. Explican que ahora que conocieron a cada una de estos pueblos los valoran, porque tienen una gran riqueza cultural.