La reserva Yunguilla de la Fundación Jocotoco se ubica en Azuay. Foto: Cortesía / Fundación Jocotoco
El matorralero cabecipálido se ha convertido en uno de los pocos animales que ha logrado aumentar su población en los últimos 20 años. La investigación científica y los esfuerzos de conservación enfocados en la especie lograron detener, por ahora, su extinción en Ecuador y en el mundo.
Durante casi tres décadas se pensó que la especie había desaparecido del planeta, hasta que un grupo de investigadores de la Fundación Jocotoco logró encontrarla en una zona de Azuay en el año 1998. Aunque su reaparición representaba que todavía podían hacer algo para salvarla, solo pudieron hallar a 20 individuos en su hábitat.
Esto ponía a la especie en la categoría de ‘En peligro crítico de extinción’ y eran pocas las esperanzas de que pudiera sobrevivir más de 10 años. Lo que los científicos no imaginaron en ese momento es que sus esfuerzos llevarían a que, 20 años más tarde, la especie cuente con una población de alrededor de 250 individuos.
Michael Moens, director de Conservación de Fundación Jocotoco, cuenta que, tras el hallazgo de las 20 aves, la fundación empezó a comprar tierras en un valle de Yunguilla para proteger el hábitat donde las encontraron.
En ese mismo año establecieron una reserva y empezaron el proceso de investigación para identificar los factores que estaban poniendo en riesgo la existencia de esta ave. “Es necesario proteger su hábitat. Pero si no se entiende la verdadera causa de su desaparición, es poco lo que se puede hacer”, dice Moens.
Martin Schaefer, director Ejecutivo de la Fundación, fue el encargado de liderar los estudios para identificar estas causas. Junto con su equipo, Shaefer emprendió un proceso de búsqueda de nidos y observación de las aves para entender la ecología de la especie. A través de este, pudieron determinar que la deforestación era el principal problema, al igual que la presencia de otra ave que estaba parasitando los nidos del matorralero cabecipálido.
La especie Molothrus bonariensis, conocida como vaquero brilloso o tordo común, generalmente pone sus huevos en los nidos de otras aves y los deja allí. Una vez que los pichones salen del huevo, los matorraleros o las aves dueñas del nido los confunden con sus crías y también los cuidan y alimentan. Los pichones de Molothrus bonariensis se aprovechan de esto, crecen más y terminan empujando o desplazando a las crías del Matorralero cabecipálido.
Esta problemática era evidente en los últimos nidos de la especie, por lo que los investigadores tuvieron que eliminar a Molothrus bonariensis de la zona. Al realizar esto, dice Moens, pudieron observar que las 20 aves empezaban a tener mayor éxito de reproducción. Simultáneamente, emprendieron un trabajo para que el hábitat contara con las condiciones necesarias para el desarrollo de la especie.
A esta ave, como su nombre lo indica, le gusta vivir en los matorrales. Esto implica que los árboles deben ser bajos y densos. Moens dice que en la reserva se hace un manejo intenso de la vegetación para mantener las condiciones ideales. Cuando los árboles empiezan a superar los cinco metros de altura, son cortados por los especialistas.
Byron Puglla, director de Reservas Sur de la Fundación Jocotoco, explica que una de las prioridades actualmente es prevenir y combatir los incendios forestales que podrían poner en peligro a la especie. Por eso, se instalaron tanques de agua en la parte alta de esta zona. También se realizan actividades de reforestación y restauración de los bosques que están dentro de la reserva.
Puglla cuenta que se lleva a cabo un conteo anual para evidenciar el estado de la población. Desde 1998, el número de ejemplares ha ido en aumento y esto ha llevado a que la especie disminuya su grado de amenaza. El matorralero cabecipálido pasó de ‘En Peligro Crítico’ a ‘En Peligro’. Aunque todavía se mantiene en una categoría de riesgo, los investigadores hallaron cuatro nuevos territorios que esta ave ha empezado a colonizar.
Para Moens, esto muestra que la especie ha podido dispersarse naturalmente a otro valle, por lo que este también debe ser conservado. El objetivo ahora es continuar comprando tierras para agrandar la zona protegida y trabajar con las comunidades. Una parte de los ingresos que genera la visita de las personas a la reserva Yunguilla es destinada a la conservación de estos animales endémicos del país.