Los campesinos aprendieron también a producir semillas de las diversas plantas endémicas.
El Cerro Blanco perdió la nieve que le dio el nombre, cuando un yumbo sopló fuerte. Fue en respuesta porque el intenso frío hizo perder al bebé que llevaba en el vientre su esposa.
Esa es la leyenda que Isauro Perugachi, de 44 años, escuchaba de niño de labios de su abuela Dolores Perugachi.
Esta mujer indígena fue una de las primeras habitantes de la comunidad Santiago de Larcacunga, en Otavalo, provincia de Imbabura.
El poblado está rodeado de verdes montañas. Una de ellas está cubierta por el Bosque Protector Cushnirumi, de propiedad particular.
El predio, que abarca un área de 91 hectáreas, tiene características fisiológicas especiales que regulan el ciclo hidrológico.
Isauro Perugachi es el responsable del vivero de Larcacunga. Recuerda que el semillero en donde reproduce plantas nativas de laurel, pumamaqui, aliso, arrayán, cedro y acacia, surgió por iniciativa del propietario del Bosque de Cushnirumi.
El objetivo fue reforestar la zona y producir plantas nativas para este y otros lugares. Ahora el vivero está en manos de la comunidad.
Junto a este bosque hay otras zonas de páramo conocidas como Ishpingo y Sigsipamba. Hay propiedades privadas y comunitarias. En las montañas afloran varias vertientes que evacúan por la quebrada de Rumipamba.
Una parte del caudal es aprovechado por la Junta Administradora de Agua Potable y Saneamiento Regional Panecillo.
Según la Secretaría Nacional del Agua, esta organización maneja dos concesiones de 2,5 y 1,4 litros por segundo.
El líquido vital cubre las necesidades de 850 familias de las localidades de Larcacunga, Agualongo, Panecillo, Yambiro y San Juan Loma. Estos poblados kichwas pertenecen a la parroquia de Quichinche.
Por eso, Germán Quilumbango, presidente de la Junta Regional de Panecillo, asegura que los habitantes de estas comunas se han convertido en los guardianes de este último remanente de bosque.
Incluso, varios vecinos donaron a la Junta Regional cinco hectáreas, que están cerca a las fuentes de captación del líquido vital, para protegerlas.
El sistema incluye un tanque de reserva y una red de distribución de agua, de 8 kilómetros, que llega hasta las casas de los comuneros.
El control ambiental ha sido un proceso. Mediante mingas, por ejemplo, reforestaron el entorno de las fuentes con plantas de aliso, pumamaqui, cedro y arrayán.
Esta iniciativa tiene el apoyo de la Unión de Comunidades Indígenas y Campesinas de Quichinche, que aglutina a un total de 25 parcialidades.
Norberto Ogayata, vocal de la Junta Parroquial de Quinchinche, explica que en el 2003 también se delimitó el área. Una de las ventajas de fijar límites es que en el perímetro no se permite la tala de árboles, ni el aprovechamiento silvopastoril.
“Las comunidades se han unido por la defensa del agua, territorio y una convivencia armónica con la Pachamama -madre tierra-. Esos son los principios que mantenemos vigente los pobladores de la zona”. Así señala Oyagata.
El área es el hogar de animales silvestres como conejos, pavas, tórtolas, lechuzas, búhos, entre otras especies. También hay variedad en la flora. Entre las plantas más comunes están ejemplares como el árbol de watzi, colca, sacha capulí.
La principales actividades económicas son la agricultura, ganadería y manufactura.
Las temperaturas oscilan los 9º y 15ºC. Las precipitaciones varían de 1100 a 1500 mm anuales.
En las cinco comunidades de la Junta Regional de Panecillo habitan 850 familias.
El 77,23% de la población de San José de Quichinche se auotidentifica como indígenas Otavalo.