Un niño lee en solitario durante la Feria Internacional del Libro de Quito,quesecelebró en noviembre. Foto: Armando Prado/ EL COMERCIO.
La implementación del Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura es la única disposición de la Ley Orgánica de Cultura que afecta, de forma directa, al mundo del libro.
En el artículo 120 se establece que el Instituto de Fomento a las Artes, Innovación y Creatividad y las instituciones correspondientes serán las encargadas de implementarlo.
Sin embargo, Ecuador es el único país de la región que no tiene un plan de lectura. Una herramienta que, para la escritora Juana Neira, es básico para desarrollar la promoción lectora y el trabajo de los escritores e ilustradores ecuatorianos.“Somos un país -dice- de no lectores justamente porque no existe un plan nacional que promueva el fomento a la lectura”.
Para Neira, los involucrados en la ejecución de este plan deberían ser los escritores locales y todos los promotores que, de forma independiente, han estado vinculados a esta área.
Mónica Varea es escritora y dueña de una librería. Para esta promotora de la lectura es importante que las autoridades hayan regresado su mirada al mundo del libro. Cree que la inclusión de un Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura ayudará a impulsar la literatura ecuatoriana.
Según datos oficiales de la Cámara Ecuatoriana del Libro hasta finales de octubre se registraron 4 530 títulos. De este número, el 40% corresponde a libros de texto para educación Básica, Media y Bachillerato. Los libros de literatura infantil y juvenil, que son los que más se han registrado, suman solo 239.
En las librerías la situación del libro ecuatoriano tampoco es halagadora. Varea agrega que durante este año en Librería Rayuela se ha vendido un 31% de libros locales frente a un 67% de libros importados. “De mi experiencia como librera -dice-, concluyo que la gente sigue rechazando al autor local. Los ecuatorianos todavía no confiamos en nuestra literatura”.
Fabián Luzuriaga, presidente de la Cámara Ecuatoriana del Libro, sostiene que lo redactado en la Ley Orgánica de Cultura, respecto del mundo del libro, es solo un saludo a la bandera. Argumenta que más allá de la implementación de un Plan Nacional de Promoción del Libro y la Lectura, los esfuerzos de las autoridades deberían enfocarse en generar incentivos en el sector privado. “Uno de los verdaderos cambios para el fomento de la lectura sería que el Estado invitara a los grandes grupos editoriales para que abran sus distribuidoras en el país”, dice.
Luzuriaga pone como ejemplo la apertura de la librería del Fondo de Cultura Económica y cuenta que se realizó por un pedido del presidente mexicano Enrique Peña Nieto a las autoridades locales, cuando estuvo de visita en el país.
Con la llegada de más casas editoriales, argumenta, los precios de los libros bajarían y la gente tendría más acceso a ellos. Adicionalmente -agrega- se dinamizaría el sector y las personas se interesarían en abrir más librerías.
Entre los beneficiarios de una mayor circulación de libros de literatura estarían los profesores de escuelas y colegios. Neira sostiene que los docentes que trabajan con niños y jóvenes no leen. “Si los maestros no leen no pueden transmitir el amor por los libros”.
Para Varea es esencial que el fomento del libro empiece por los más pequeños. “A los niños les gusta leer y los que todavía no lo saben se sienten atraídos por los colores y figuras que encuentran en ellos”, dice.
Neira, Varea y Luzuriaga coinciden en que desde el Estado se debería permitir que las escuelas y colegios adquieran libros de literatura.