Fabián Cepeda usa ortiga negra y ortiga blanca para sus curaciones. Foto: Cristina Márquez, / EL COMERCIO
Los jardines y páramos son las boticas de las comunidades indígenas de Chimborazo.
De acuerdo con la cosmovisión andina, una combinación perfecta de hierbas dulces y amargas, que se receta según la dolencia de cada paciente, se usa para equilibrar las energías y recuperar la salud física y espiritual.
Los yachaks del Hospital Andino Alternativo de Chimborazo utilizan decenas de hierbas para curar las dolencias. Allí se ofrecen limpias, masajes y atención de partos.
Las plantas medicinales son el ingrediente principal de todas las curaciones y técnicas medicinales andinas.
En un huerto, María Huacho sembró sábila, santamaría, ruda, menta, manzanilla, entre otras plantas. Ella afirma que algunas tienen un sabor dulce y otras son amargas.
“Influyen directamente sobre las energías de una persona y causan efectos en el cuerpo humano, pero el éxito al curar dolencias depende de cómo se combinan las plantas”, asegura Huacho, quien es yachak y sobadora.
Ella aprendió a los 9 años cómo reconocer cada planta del páramo y cómo utilizarla según sus propiedades. Sus maestros fueron los yachaks y sobadores de Pompea, su comunidad natal, en Licto.
“Son conocimientos antiguos y muy sagrados. Muchos ya olvidaron cómo utilizar las plantas para preparar pomadas, extractos, jugos y compresas, algunos ‘taitas’ murieron con esa sabiduría, sin que sus hijos quieran aprender”, se lamenta Huacho.
Antes ella recorría los páramos para encontrar las plantas, pero a medida que pasaron los años la agricultura y la ganadería se extendieron en los páramos, y esas variedades empezaron a desaparecer. Hoy las consigue pagando a los niños y jóvenes de la comunidad, que las buscan en quebradas y riscos.
Las más difíciles de conseguir son por ejemplo tignachilca, calilagua, yanachaqui y tigtirillo. Estas plantas se utilizan para aliviar dolores musculares, para desinflamar golpes, incluso funcionan como poderosos anestésicos cuando se requiere de una ‘sobada’ (son masajes enérgicos para reacomodar huesos).
“La Pachamamita nos provee de todos los medios para subsistir. Cada una de las plantas sagradas tiene una propiedad especial y antes de hacer una preparación hay que diagnosticar al paciente sintiendo su pulso”, explica Valeriana Anaguarqui, otra yachak.
Ella utiliza las plantas para realizar limpias energéticas, así puede librar a sus pacientes del ‘espanto’, el mal de ojo, las tensiones, envidias y malas energías. “Una persona se enferma cuando su energía está desequilibrada, por eso utilizamos plantas amargas y dulces, porque cada una influye sobre un tipo de energía distinto”, cuenta Anaguarqui.
En San Bernardo Alto, una comunidad de Licto situada a 30 minutos de Riobamba, crecen en abundancia dos tipos de ortiga: negra y blanca. Según el yachak de esa comunidad, Fabián Cepeda, esa planta es poderosa para purificar y renovar la energía el cuerpo.
“La ortiga se consume para purificar el cuerpo cuando está intoxicado. También sirve para purificar la mente, cuando hay malos pensamientos, por eso se usa al administrar justicia indígena”, afirma Cepeda, de 90 años.
Según él, los juzgamientos no son únicamente para administrar un castigo para quien ha cometido un delito, sino también una ceremonia de sanación espiritual que busca purificar a la persona.
Las plantas medicinales se utilizan también para atender partos. Carmen Borja atiende a las mujeres embarazadas desde la etapa prenatal hasta el momento del alumbramiento. Ella conoce la posición del bebé en el vientre y cómo acomodarlo para su nacimiento.
“La atención empieza a los tres meses de gestación, que es cuando se puede hacer el ‘manteo’, una técnica que consiste en acomodar al bebé en el vientre, moviendo a la madre con mantas y dándole masajes”, cuenta Borja.