“Lo único transformable es la infancia. El resto/esquirlas en los brazos”. Cerca de un rezo está este verso del nuevo poemario de Juan Secaira, ‘Sujeto de ida’.
Hay una voz constante que retrata momentos a través del lenguaje poético, es un sujeto, un cuerpo que manifiesta su estado en el presente pues cuando recuerda la niñez, el calor de la madre o la compañía de un familiar querido su mirada no se torna nostálgica.
Su poesía se ancla en un presente que asume la estadía que deviene en constante transformación, y por lo tanto se abre a la vida sin libretos, a un misterio que causa temor o éxtasis en los individuos.
Sin título I de ‘Sujeto de ida’ de Juan Secaira
Juan cuenta que al momento de seleccionar los poemas de sus obras, entre juegos de sus hijos, aquellos que no caben en el todo del trabajo en el que se encuentra embarcado, son olvidados y nunca más regresan a su mesa.
Permanecer en un objeto o una voz no caracteriza a Secaira; sin romanticismos o añoranzas se ríe cuando afirma que sí, que se van los poemas en aviones de papel, en trazos y dibujos de los niños.
Sin título II de ‘Sujeto de ida’ de Juan Secaira
Un poema no puede retornar a un mismo sitio, su huella ya no es aquella que encontró en un inicio, su lugar ha cambiado y aunque se cometa un error, no se puede dar marcha atrás. Juan lo asegura sin temor.
Retornando a su nuevo poemario, habla de la voz que da vida a sus poemas en ‘Sujeto de ida’. Este sujeto no es solo él en esa forma porque tenga un cuerpo o sea un individuo, sino que también “está atado a cierta neurosis”.
Sin título III de ‘Sujeto de ida’ de Juan Secaira
Juan entra en los recuerdos e imágenes de este sujeto sin nombre y sin pasado, presente o futuro previsibles. Lo que está claro es la potencia de los versos, la evocación de un instante y la experiencia de un tiempo que es incompleto y que nunca será aprehensible.
Aceptar el ser perecedero del humano, sin rechistar y con goce –cuando el camino se ha dispuesto para aquello-, es el arco que tensa la lectura de ‘Sujeto de ida’.
La poesía llega a Juan como acto de libertad, suma a su conversación su experiencia como padre y parte de ahí para citar el lugar por excelencia de la libertad, la infancia.
Juan menciona la violencia actual que, en especial, rodea a los niños: el coartar un ejercicio como un dibujo o un juego de palabras también mutila la imaginación y agrede la sensibilidad de quienes cultivarán el vasto campo de la creatividad, de la recepción que se deleita al apreciar alguna obra.
Sin título IV de ‘Sujeto de ida’ de Juan Secaira
En los niños, dice Juan, el silencio, el rechazo y la norma deforman el estallido que impulsa a la creación y la comunión. La comunión como sentido de fuerza que sobrepasa la función, la experiencia de vivir un momento, una anécdota por el simple hecho de vivirla, la potencia de la ruptura de la norma, pues es distinta del límite, porque siempre a este se lo puede rebasar.
La memoria en los poemas de ‘Sujeto de ida’ se presenta como una advertencia a lo intempestivo. Pues muchas veces se desvanecen los recuerdos, formando parte de un espejo que traiciona la figura de quien se mira en él.
Juan ríe, exclama con seguridad que no sirve para nada el éxito, es un espectro con recorrido fugaz y vuelve irreconocibles las intenciones, para él la verdadera voluntad está en la poesía y nada más.