En La Joya, en límites con el cantón Mejía, al extremo sur de Quito, el viento se siente como astillas en la piel. Hay madrugadas que registran hasta seis grados centígrados.
Por ello, en un día normal la gente sale abrigada desde las 05:00 a tomar un bus para ir a estudiar, trabajar o hacer trámites en la capital.
En este barrio está la última parada del Sistema Municipal de Transporte en sus corredores exclusivos. Es el punto más alejado donde un bus alimentador empieza a recoger pasajeros.
Para llegar desde aquí hasta la parada más alejada del norte, en Calderón, se deben recorrer 41 kilómetros. En auto particular, cruzar ese trayecto tomaría menos de una hora, pero si se lo hace en bus -como el 70% de la población- toma casi tres.
Es un trayecto largo que amerita hacer cuatro trasbordos. Pero hay un lado positivo: se lo puede hacer con un solo pasaje.
Son las 07:20 del martes 14 de junio y en La Joya, en el cielo despejado brilla un sol que no calienta. La parada está sobre la Panamericana Sur y hay unas ocho personas a la espera. El alimentador de la Ecovía tarda 15 minutos en llegar. Tiene capacidad para 90 pasajeros, pero lleva apenas una docena.
Unos tres kilómetros, hasta la Florencia, bastan para que se llene. Carla Fiallos, de 23 años, está acostumbrada a los largos trayectos. Cuenta que en los cuatro años que estudió Artes en la U. Central, debió salir de su casa a las 05:25 -todavía a oscuras- para llegar a clases antes de las 07:00. Hoy trabaja en un instituto y sale a las 07:00 para llegar a La Floresta una hora y cuarto después.
La montonera
El primer trasbordo es en la estación de Guamaní. Los pasajeros deben bajarse del bus convencional y correr a la zona de los articulados. Para Carla, el peor problema es la cantidad de usuarios.
La Empresa de Pasajeros registra a diario de 375 000 personas entre el Trolebús y la Ecovía. En este último viajan cerca de 200 000.
Al llegar hay unas 300 personas a la espera. Hay vecinos de barrios como Paquisha, Alinda, Garrochal, Correa, Santo Tomas, Matilde Álvarez, Turubama, Ascur, La Victoria Baja y La Concordia…
Los habitantes de esos sectores planifican una protesta para que el Municipio mande más buses al sur. Mientras esperan, los pasajeros lanzan comentarios: “Señor alcalde, le invito a que venga a las 07:00 a Guamaní y vea el matadero que es”, “viajamos como papas, no podemos ni respirar de lo apretados que vamos”, “apiádese de los pobres”.
Consideran que si mandaran unos cuatro biarticulados más entre las 05:30 y las 08:00, la situación mejoraría.
A las 08:00, hay carreras y empujones para subir al articulado. No todos logran abordar y la unidad sale llena a seguir recogiendo pasajeros. El segundo bus también se completa y suben incluso vendedores ambulantes.
A cuidar la cartera
María Tipán vive en Guamaní y trabaja por el estadio Atahualpa. Desde su casa se demora casi dos horas en llegar. Hoy tuvo suerte, viajó sentada. Lo peor del largo trayecto –dice- es la inseguridad.
Le han robado cuatro veces. La última vez, en 2021. Una joven se le pegaba demasiado y aunque ella le pidió que se alejara, no obedeció. Le robó el monedero con USD 6.
El viernes pasado vio cómo le quitaron los audífonos a una señorita que abordó en el Colegio Montúfar. Le dieron un trompón, recuerda, y se le llevaron sus pertenencias. Todos los días hay robos, asegura, en especial, desde las 16:00 hasta las 20:00.
Quienes roban -comenta- son hombres, mujeres y hasta menores que se paran en las puertas.
En la parada Bretaña el bus ya está a repletar. Mario Racines, otro usuario, se anima a opinar: “Ahora, en los semáforos los ladrones se suben a la llanta, abren la ventana y arranchan los teléfonos”. Pese al riesgo, cuatro usuarios viajan con el celular en la mano.
A las 08:31 el bus llega a la estación de El Recreo, donde es necesario hacer otro trasbordo. “Señorita, tenga cuidado al bajar del bus, hay un hueco en el suelo”, advierte una usuaria de la tercera edad.
“A mí ya me botaron ahí el otro día. Es que la gente se baja como loca”, dice refiriéndose al espacio de unos 40 cm que queda entre el bus y la parada.
Desde ese punto hasta el Labrador (donde llegó la unidad a las 09:20), el recorrido fue poco concurrido y el bus viajó la mayor parte del trayecto con todos sus pasajeros sentados.
Luis Jara, el conductor, dice que este fue un día particular por el paro nacional y que la gente ha preferido no salir de casa, postergar sus trámites y ponerse a buen recaudo. En caso contrario, afirma, viajaría repleto.
Allí se debe hacer otro cambio de unidad y tomar un bus hasta la estación de Carcelén, donde para el cuarto trasbordo se debe pagar USD 0,10 para ir hasta Bellavista.
El alimentador se tarda 10 minutos en aparecer y tras el viaje llega, casi vacío, al destino final a las 10:15, cuando el sol asfixia y obliga a la gente a buscar la sombra.
Cifras
Según la Empresa de Pasajeros, la mayor cantidad de usuarios se registra en las horas pico: de 06:00 a 08:30, sentido sur – norte; y de 16:30 a 20:00, sentido norte – sur.
En hora pico, el intervalo en la operación es de 2 minutos entre unidades. El Municipio asegura que en el caso de requerir más unidades se cuenta con unidades de reserva, y que se lo aplica cuando es necesario.
En mayo, la empresa registró 70 quejas. En lo que va del mes de junio, ya suman 29. Las principales tienen que ver con el irrespeto a las paradas y la no entrega de boletos.
Otra queja es que los tiempos de viaje son muy altos. Eso se debe -dice la empresa- a la alta carga de vehículos particulares que invaden la vía exclusiva.
El Sistema Metropolitano de Transporte tiene operativas 191 unidades cada día, sin contar con las de reserva: 84 en el trole y 107 en la Ecovía.
Van 36 operativos antidelincuenciales desde enero al 10 de junio.