Mauricio Acuña posa en el interior de la gastropicantería en la cual es chef. Foto: Archivo/ EL COMERCIO
Todos los días miles de personas mueren de hambre, sin embargo, hablar del tema se ha convertido en una conversación incómoda, ¿por qué?
El hambre que se vive en el mundo siempre ha sido un tema ignorado. En los años 80 hubo un movimiento fuerte liderado por los artistas más famosos de la época que hacían ruido, sobre todo, por lo que estaba pasando en Etiopía, pero desde entonces las conversaciones son mínimas. Pensamos que en Ecuador, por ser un país agrícola y megadiverso, la gente no se muere de hambre pero la realidad es otra. En el campo y en las grandes ciudades, la gente que no muere de hambre vive con altos niveles de desnutrición.
¿Qué ha influido para que las discusiones sobre el hambre queden fuera de la mesa de los ecuatorianos?
Creo que lo que más ha influido es el desinterés de la clase política para hablar sobre el tema. En la última década nos vendieron el discurso de que nosotros éramos del primer mundo y mucha gente todavía tiene eso en su cabeza. Ahora, con la pandemia las cosas están cambiando, porque miles de personas han perdido su trabajo. A eso hay que sumar que las cifras de pobreza extrema en nuestra región, según la FAO, ya eran altas antes de la emergencia.
Una cosa es sentir hambre y otra vivir con hambre, ¿no?
Claro, uno cosa es tener hambre y saber que la puedes saciar si abres la refrigeradora de tu casa y otra muy distinta tener que vivir con un dólar diario y saber que con eso tienes que dar de comer a toda tu familia. Aunque no lo queramos ver, eso le pasa a miles de ecuatorianos. Durante esta pandemia mucha gente ha salido a trabajar a las calles precisamente porque tienen que elegir entre morir por covid-19 o morir de hambre.
Se ha dicho que el virus que provocó la pandemia no discrimina pero, ¿no ha afectado más a las personas con inseguridad alimentaria?
Por supuesto, en el sector de restaurantes de la Jipijapa (norte de Quito), desde las 21:00 puedes ver gente recogiendo comida de los basureros. Antes de la pandemia eran dos o tres personas, que uno ya tenía identificadas y ahora son grupos. He visto, sobre todo, a chicos venezolanos. También pensemos en lo que pasa en los mercados. Si alguien nunca ha visitado el Mayorista o San Roque no va entender por qué en estos lugares hubo muchos contagios.
¿Qué pasa cuando al hambre no es tratada como un problema de salud pública?
Lo que pasa es grave, porque las personas que logran salvarse de la muerte viven con muchas enfermedades. Justamente hace unos días participé en un webinar organizado por el proyecto The Social Gastronomy Movement en el que se habló de este tema. Todos coincidimos en que los hospitales se llenan de personas con problemas generados por la falta de una buena alimentación.
¿Entonces el hambre y la mala alimentación están conectadas?
Si miramos las canastas de alimentos que entrega el Gobierno vamos a encontrar fideo, arroz, atún, aceite y harina. A escala nutricional nos están diciendo que la base de la alimentación de la sociedad tienen que ser los carbohidratos. Las familias pobres son las que más se alimentan con base en estos productos y los resultados están a la vista: desnutrición y diabetes. La gente que muere de hambre ni siquiera tiene acceso a estos alimentos. A lo mucho su único acceso a la comida está en la basura.
¿Qué alternativas hay para combatir el hambre? ¿Se debería apostar a lo global o a lo local?
Pienso que en este momento lo primordial es apostar por lo local y consumir lo que producimos. Esa bandera de país agrícola y megadiverso tiene que ser utilizada para tratar de disminuir los niveles de hambre en el país. Si no nos unimos como sociedad para ayudar a combatir el hambre, los problemas sociales se van a incrementar de forma grave. Tiene que ser un trabajo constante y no algo que solamente genere una tendencia o una moda.
En ese contexto, ¿hacia dónde tendría que orientarse el trabajo de los chefs y cocineros?
Este es el momento para juntarse y evitar que más gente muera de hambre. En octubre vamos a lanzar el piloto de Comida para Todos, un proyecto que en Santiago de Chile ha entregado 300 000 comidas. La idea acá es juntar a productores, restaurantes, transportistas y voluntarios, mediante una idea de economía circular. Tenemos pensado entregar 5 000 comidas en dos semanas. Vamos a priorizar a la gente que vive en los albergues y a los migrantes que están en las calles pasando por unas condiciones de hambre extremas.