El cielo como techo y unos desconocidos como compañeros de vereda. Así es el ambiente que se siente en las carretillas en Guayaquil, espacios en los que la gastronomía demuestra estar viva y al alcance de la gente.
A estos carritos de metal el ingenio popular les ha adaptado planchas freidoras, cocinas industriales y hasta hornos. Esto los ha convertido en el epicentro del sabor en las calles de Guayaquil.
En las carretillas se encuentran desde papas fritas a 50 centavos de dólar, hasta hamburguesas con doble carne, huevo, queso y jamón; además de tomate, lechuga, pepinillo y todas las salsas que uno se puede imaginar.
Hay locales que defienden la cocina tradicional y ofrecen secos y encebollados. Otros presentan unos tacos de nombre mexicano, pero de apariencia, sabor y presencia guayaquileña.
La negrita Crucelina
Esta carretilla se ubica a pocos pasos de la 9 de Octubre, una de las avenidas más conocidas de la ciudad. Crucelina Borja ocupa este espacio desde hace más de 30 años, cuando plasmó el negocio que se cocinó en su cabeza.
Todo empezó cuando tuvo un malentendido con los dueños de la casa en la que trabajaba como empleada doméstica. Decidió renunciar y dejó ese oficio.
“Una doméstica no se da cuenta que tiene casa y comida gratis y no ahorra. Yo tenía mi dinerito en el banco y me fui”, recuerda. Hizo su propio estudio de mercadeo y diseñó una carretilla a su medida.
Considera que parte del éxito es la presentación. No entendía cómo en muchas carretillas se atendía en chanclas y con ropa de calle.
Por eso es que atiende de blanco, como un chef. Y tiene como ayudante a un salonero que viste de pantalón negro, camisa blanca y corbatín oscuro.
También creó un sistema para que no existan errores en el despacho de pedidos. Tiene unas fichas plásticas de colores que coloca en una funda plástica, según sea la orden. Las azules significan la carne; las amarillas, el queso y unas redondas representan los huevos.
La carretilla de Padre Solano y 9 de Octubre le ha dado fama. También le brindó las comodidades que soñó tener.
A sus 64 años dice que quiere vender su negocio, por eso le puso unos rótulos con un número de teléfono para hacer contacto.
“Tengo una viejoteca y ahora que estoy joven me quiero retirar para dedicarme a bailar salsa el resto de mi vida”, asegura con una gran sonrisa, con la misma que atiende los clientes que hacen fila para realizar sus pedidos.
Su local es visitado por personas que llegan en auto, moto, bicicleta, caminando y hasta en bus. A todos hace que se laven las manos en el momento en que pagaron su orden y esperan su comida.
“Es limpio y sabroso. Yo no sé qué le pone a la carne pero es jugosa y grandota, le sobra al pan”, cuenta Ángel León. Crucelina dice que el secreto de la receta se irá con ella a la tumba.
“Me han querido comprar la receta, pero no. La venta de la carretilla no incluye la receta”, sostiene firme esta mujer que cumplió el sueño de su vida.
Tacos a lomero guayaco
En la esquina norte del Garzocentro se encuentra Tacos María Paula. Su especialidad son los tacos, pero también ofrecen bandejas con choclo desgranado y embutidos, hamburguesas, pinchos y choclos asados.
Los actuales dueños tienen el negocio desde hace 20 años. Se lo compraron a una señora que decidió migrar a Estados Unidos.
Se mantienen firmes en la mitad de la cuadra. Atienden de lunes a sábado, de 16:00 a 24:00. Los fines de semana son los días de mayores ventas. Esto es por los bares y la discoteca que tiene como vecinos en este sector comercial.
“Pasé una vez y comí un taco, me gustó. Ahora vengo cada vez que puedo”, confiesa María José Proaño. Señala que el bajo costo de la comida de carretilla permite darse un lujo de vez en cuando y comer algo “sabroso y variado”.
El menú atrae a la clientela, pero es la atención lo que termina de enganchar a la gente para alimentarse en esta carretilla.
“Tenemos clientes fijos, esa gente que ya sabemos qué va a pedir desde que estaciona el carro”, comenta Marco Plaza, administrador del local. Está convencido que el buen sabor y una atención amable y rápida crean fidelidad con el cliente.
Encebollados nocturnos
Para muchos, hay pocas cosas mejores que comenzar el día con un encebollado. Pero en la carretilla sin nombre de la calle Miguel Ángel Jijón, diagonal a la gasolinera de la Garzota se puede encontrar este plato a base de albacora todas las noches.
En el lugar uno también se puede encontrar con artistas como Aladino, que acude al lugar las noches después de sus conciertos a recuperar energía con un seco de carne, de pollo o una guatita. Y por qué no, con un encebollado.
El lugar es visitado por deportistas de la ciudad que van a comentar sus hazañas en el fútbol o el ecuavóley que se practica en las canchas cercanas a esta carretilla. “En casa ya saben que después del partido, la parada es en el encebollado. Llego feliz, relajado, una ducha y a dormir”, relata Dennis Valencia.
El lema de los dueños de la carretilla es abrir a las 19:00 y cerrar apenas se acabe la comida.
Si en las ollas todavía hay alimento, la hora oficial de cierre es las dos de la mañana. A medianoche, es un santuario para taxistas, trabajadores del aeropuerto y todo hambriento que deambula en la ciudad que duerme poco.