Ciudadanos prefieren ser atendidos en sus hogares, por miedo al contagio de covid-19

El médico general Darwin Masabanda, de 28 años, no tiene consultorio, pero cada día atiende cuatro pacientes. Lo hace en visitas domiciliarias. Ha tratado desde dolores de estómago hasta heridas leves o moderadas.
El médico general Darwin Masabanda, de 28 años, no tiene consultorio, pero cada día atiende cuatro pacientes. Lo hace en visitas domiciliarias. Ha tratado desde dolores de estómago hasta heridas leves o moderadas.
Esta labor comenzó en marzo del año pasado, al inicio de la pandemia de covid-19. Desde esa época -cuenta el galeno- las personas han optado por esta alternativa, ya que sienten miedo de acudir a los hospitales por un posible contagio.
Así decidió crear un perfil en Facebook, a través del cual ofreció sus servicios. Los pacientes empezaron a llamarle. Primero les toma datos personales y hace una evaluación rápida. “Les pregunto sobre sus síntomas. Si se trata de heridas o golpes me envían una foto y veo la gravedad”.
Luego, le envían la ubicación de la casa, vía WhatsApp, y él se traslada. Lo hace en su vehículo: un spark negro, con el que cubre el sur de Quito.
Antes de salir, Darwin se prepara, toma su maleta y guarda sus instrumentos básicos: estetoscopio, tensiómetro y termómetro para medir los signos vitales; más su mascarilla, visor y mandil blanco.
Además, lleva insumos para las curaciones, como sueros para la hidratación, antibióticos y otras medicinas para calmar el dolor o combatir las infecciones. El costo es de USD 25, que sube a 50 si realiza otros procedimientos, como la colocación de sueros.
“Brindo atención primaria para malestares como emesis, dolores estomacales, infecciones leves, etc. Estas se pueden tratar en el domicilio con los insumos básicos. Lo único que pido es que el paciente esté en un lugar ventilado y use mascarilla, para prevenir”.
Enrique Imbaquingo, de 96 años, fue atendido en su vivienda, en marzo pasado. Él sufrió una fuerte caída que le dejó una herida en su mano.
Su nieta Carmen Naranjo, de 31 años, llamó a una ambulancia para trasladarlo a un hospital, pero no respondieron. Quiso llevarlo a una casa de salud, pero sintió miedo de que se infectara, así que usó el servicio.
El médico suturó la herida. Y le colocó un suero. “El servicio es útil, dijo Naranjo, para quienes tenemos abuelos con problemas de movilidad y niños”.
En noviembre trató a una mujer, de 85, con un ‘shock’ por diabetes. Luego de la atención primaria fue hospitalizada.
Stefanía Tituaña, médica general de 36 años, brinda el servicio desde el 2019. Comenzó en el valle de Los Chillos y se extendió al norte y centro de Quito; también va a Cumbayá, Tumbaco y Guayllabamba.
Previo a la pandemia, la galena trataba alrededor de cinco personas con problemas estomacales o de garganta. Además, accidentes domésticos, como golpes o caídas.
Pero, debido a la emergencia sanitaria, el número de atenciones aumentó. Acude a las casas de entre ocho y 10 ciudadanos. Su esposo le ayuda con la movilización para que pueda trasladarse con facilidad e incluso muy tarde en la noche.
Hace un par de semanas, la profesional acudió a Píntag, en el suroriente de la urbe, pasadas las 22:00. Su paciente tenía problemas respiratorios. “Trabajo 24/7. Simplemente me protejo bien, tomo mis insumos médicos y fármacos y salgo a cumplir con mi deber”.
El joven recibió la atención que consiste en el chequeo, la entrega de medicamentos y la receta; más el seguimiento. El costo va entre USD 15 y 35. Ahora está recuperado.
Pero si alguien requiere vigilancia durante 24 horas, la galena llama a su equipo de enfermeras. “Brindamos un cuidado similar al que alguien tendría en una clínica, pero en casa y más económico (cerca de USD 250); buscamos lo mejor para nuestros pacientes”.
Con esa misma vocación, el cirujano general Patricio Ojeda, de 58 años, atiende a quien lo necesita. Él cubre la zona norte de Quito, entre la Orellana y Carapungo. Al igual que sus colegas, ha tratado, más que nada, dolores estomacales y lumbares e infecciones.
Semanas atrás visitó a una chica que presentó vómito y soltura estomacal. Estaba descompensada, por lo que antes de ir a la casa compró una solución intravenosa para hidratarla; además llevó una medicina para calmar las náuseas.
Su recuperación -cuenta- fue inmediata; pero le realizó varios controles posteriores. “El seguimiento se hace vía telefónica o videollamada, pero si sigue con complicaciones se concreta una nueva visita”.

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