Ecuador atraviesa una crisis energética que ha obligado al Ministerio de Energía y Minas a aplicar cortes de luz desde el 23 de septiembre a escala nacional. Estos apagones han influido de distintas maneras en la salud mental de los ecuatorianos.
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¿Qué pasa con la salud mental?
Los cortes de luz causan varios sentimientos en las personas de acuerdo con su situación personal y/o profesional.
Una de las principales afectaciones, según David Landázuri, psicoterapeuta con enfoque en terapias contextuales, es la imposibilidad de planificar.
Esto debido a que el desarrollo de las actividades diarias se ve afectado por los cortes de luz y este cambio causa una tensión extra en nuestra salud mental.
Esta imposibilidad para planificar puede manifestarse con temas de ansiedad, depresión o insomnio, que son los más comunes.
La incertidumbre es otro elemento que afecta la salud mental, por ejemplo, no conocer en qué horario quitarán la luz o si mi empresa puede implementar un corte de personal.
En criterio de Landázuri, las personas que no suelen manejar de manera adecuada la incertidumbre o la falta de certezas son las que pueden ver afectada su salud mental.
Otro de los factores importantes que podría causar la crisis energética es el aislamiento. Esto afecta más a las personas introvertidas que a las extrovertidas.
Las introvertidas, al quizá tener sus rutinas en sus espacios, pueden sufrir más por los cortes de luz cuando ven estas actividades afectadas. En cambio, las extrovertidas pueden lidiar mejor con los apagones al buscar el contacto con otras personas, salir, conversar, distraerse.
Hablemos de los niños
En cuanto a la salud mental de los niños y adolescentes, Karina Bravo, psicoanalista de niños y adolescentes, explicó a El Comercio que es importante cuidar el estrés o la ansiedad que se les pueda transmitir por la crisis que atraviesa el país.
Como adultos, si sabemos filtrar de mejor manera los sentimientos frente a los cortes de luz, puede ser una oportunidad diferente para los niños para aprender a desarrollar otras habilidades, debido a que están en una fase aún estructurante.
Por ejemplo, se pueden hacer juegos distintos, mucha más convivencia, más tiempo con los padres.
La oscuridad y el silencio absolutos podrían generar miedo en los niños; sin embargo, esto puede ayudar a desarrollar el ámbito sensorial.
En el silencio se puede identificar otro tipo de sonidos naturales que están presentes en el ambiente y que pueden ayudar a calmarlos. Esto depende de cada niño y de sus entornos.
La percepción en la oscuridad y el juego con las sombras es también una oportunidad para compartir y desarrollar habilidades.
Los adolescentes podrían ser los más afectados
En cuanto a los adolescentes, la psicoanalista Bravo señala que el asunto es un poco más complicado. Ellos ya atravesaron también una pandemia en su etapa de socialización.
El tema de la comunicación a través de dispositivos electrónicos y la dependencia a la tecnología que se potenció en ellos sí constituye una problemática distinta con los adolescentes.
Esto sí podría generar estados de ansiedad porque están acostumbrados a interactuar a través de dispositivos electrónicos, incluso si están junto a la persona con la que ‘chatean’.
En los adolescentes, la falta de energía eléctrica tiene más aristas en el desarrollo de la ansiedad porque es la forma en la que se comunican.
Los apagones también influyen en el encuentro con uno mismo, pues la tecnología es un distractor que ayuda a canalizar varios aspectos que se atraviesan en esta etapa. Sin los distractores, tienden a sobrepensar más.
Según Bravo, hay casos en que la oscuridad y el silencio pueden causarles inseguridad y miedo, o hacerles experimentar un estado de alerta.
Consejos del especialista
El psicoterapeuta Landázuri, en charla con El Comercio, da recomendaciones claves para poder hacer frente a esta realidad que atravesamos todos los ecuatorianos:
- “No pelearse con lo que sucede”. Pelearse con la realidad o con lo que sucede no hace que ello cambie.
- Todo problema tiene solución, si no tiene solución no es un problema y, a partir de ello, el hecho no debe resolverse sino aceptarse.
- A partir de esta aceptación se debe encontrar como desenvolverse y hallar algo parecido a nuestra vida antes de los apagones. “Mientras más rechazamos lo que pasa, más sufrimiento nos causamos”.
- Contar siempre con alguien con quien podamos compartir y empatizar las cosas. Esto no debe partir desde la queja, sino tratando de identificar los sentimientos que tenemos respecto a la situación. No es lo mismo quejarse de la situación del país a decir que me siento impotente. Identificar mis sentimientos puede ayudar a empatizar con los demás y a ver que todos atravesamos complicaciones.
- Es importante mantener una mente compasiva. Es decir, entender que todos estamos tratando de manejar de la mejor manera la crisis.
- Lejos de ‘romantizar’ la situación, es clave encontrar un sentido en las cosas que nos suceden fuera de nuestro contexto. Abrirnos a la experiencia antes de rechazarla.
- Buscar alternativas creativas para ocupar mi tiempo, como una cena ‘a la luz de las velas’ o leer un buen libro son buenas ideas.