En la Casa Museo de Riobamba se exhiben los 15 personajes que, en diciembre y enero, acompañan a la imagen del niño Jesús en coloridos desfiles del pase tradicional. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
Las pequeñas esculturas robotizadas que bailan al son de los géneros musicales tradicionales del pase del Niño son la nueva atracción de la Casa Museo de Riobamba. Allí se exhiben los 15 personajes que, en diciembre y enero, acompañan a la imagen del Niño Jesús en coloridos desfiles.
La instalación de la nueva sala, donde los robots bailarines se exhibirán permanentemente, es parte de un plan que emprendió el Municipio de Riobamba para conseguir una declaratoria patrimonial nacional de esta tradición, así como la inclusión en el calendario nacional de fiestas populares.
Pablo Narváez, director de la Unidad de Cultura del Cabildo, afirma que el primer paso para salvaguardar la fiesta ya se dio al conseguir la emisión de una ordenanza municipal para proteger la fiesta.
Además, fue declarado patrimonio intangible de la ciudad después de la presentación de una investigación hecha por la Universidad Nacional de Chimborazo, que prueba que la fiesta cuenta con elementos etnológicos propios y únicos de Riobamba. “Pero ahora sigue la difusión de la fiesta. Queremos que la gente pueda conocer acerca de las particularidades del pase del Niño no solo en diciembre, sino durante todo el año”.
Él investigó durante cuatro años las características etnológicas del pase del niño y cada uno de los ritmos musicales que caracterizan la celebración. Los resultados de esa investigación se publicarán en un libro, y también fueron utilizados como insumos para elaborar la muestra artística.
Los escolares y turistas son los primeros fanáticos de los pequeños curiquingues, sacha runas, lobos, danzantes, músicos y otros personajes que se mueven y bailan al ritmo de la música, cuando los espectadores aplauden frente a las vitrinas. Estas cuentan con sensores de movimiento, para hacer la muestra más atractiva.
Según la investigación, los personajes tienen rasgos particulares y son el resultado de la simbiosis cultural entre las creencias andinas y la religión que llegó al Ecuador en la época de la Colonia. Algunos incluso son personajes ceremoniales y sagrados para la cultura indígena, que se adaptaron a las fiestas religiosas.
Cada uno se caracteriza por una vestimenta singular y por el rol que cumplen durante las festividades. Además, representan la simbiosis cultural que surgió con el mestizaje. El sacha runa, por ejemplo, es para la cosmovisión andina un espíritu sagrado, protector del páramo, del bosque y de todos los seres vivos que habitan ahí. Originalmente, su traje estaba forrado de musgo, pero debido al daño ambiental que causaba esa práctica ahora visten con fibras de cabuya.
No es el único personaje sagrado. El curiquingue, un personaje que viste penachos altos en forma cónica y alas decoradas, representa al ave del mismo nombre. “Se piensa que los puruháes descendemos de los curiquingues. Un ave sagrada que también es un presagio de boda o de muerte, dependiendo de si vuela solo o en compañía de su pareja”, dice José Parco, director de la Unidad de Interculturalidad.
Otro ejemplo de esta creencia es la aparición de los danzantes. Antes, estos personajes bailaban únicamente en ceremonias y rituales para festejar al ‘Taita Inti’ (Padre Sol), pero en la actualidad están presentes en las fiestas religiosas.
El diablo de lata es uno de los protagonistas del pase del Niño y solo está en Riobamba. La tradición nació en el barrio Santa Rosa, cuando un grupo de hojalateros quiso homenajear al Rey de Reyes vistiendo un traje elaborado por ellos.