El escritor y académico Wladimir Chávez. Foto: Cortesía.
Alejandro Ribadeneira (O)
Una refugiada de Bosnia, sobreviviente de una violación grupal durante la guerra civil de Yugoslavia. Un periodista ‘freelance’ con apremio para entregar un artículo sobre ese terrible conflicto. Y una vorágine de emociones que oscilan, como el cuerpo de una serpiente al acecho, entre la violencia y el amor. Esos son algunos de los elementos de ‘El olor de las flores quemadas’, la novela con la que Wladimir Chávez obtuvo el premio Miguel Riofrío de Literatura.
Este libro, que ya está en circulación, está basado en hechos reales o, con más precisión, son hechos reales presentados con el ropaje de la literatura. Chávez, nacido en Quito en 1977, reside hace 20 años en Noruega, uno de los países escandinavos que ha sido destino de la inmigración causada por el conflicto de los Balcanes.
El núcleo del relato, que exhibe una prosa cercana al estilo periodístico, directa, concisa y clara, proviene del testimonio de dos personas oriundas de esa región, aunque se nota que existe detrás una experiencia de vida del autor, amigos, charlas, viajes y lecturas que posee y saca provecho para darle potencia a la historia.
Es la primera novela de Wladimir Chávez, un estudioso de la literatura quien antes incursionó en el cuento a través de dos libros, uno de los cuales, ‘Postales para ciegos’, se publicó en México, en castellano y en inglés. ‘El olor de las flores quemadas’ nació precisamente como un relato corto, pero la necesidad de colocar toda la información que recolectó lo llevó a ampliar el proyecto, que junta lo autobiográfico, lo testimonial y la ficción.
La guerra que devastó a la antigua Yugoslavia es el telón de fondo. El autor siente que, a pesar de la crueldad (200 000 muertos, cientos de miles de inmigrantes, regreso de los nacionalismos de corte fascista, pobreza) las consecuencias de ese conflicto están comenzando a olvidarse en Europa. Por eso cree en la necesidad de escribir sobre los Balcanes y reflexionar en general sobre la estupidez de la guerra.
Por supuesto, la obra es literatura, pero también plantea como subtema la diferencia entre verdad y mentira, entre historia y literatura o entre periodismo y ficción. O, dicho de otra manera, cómo contar sobre la guerra sin caer en el maniqueísmo de los buenos contra los malos. Y ahí está el personaje de Claudio Tizzieto, un periodista manabita en quien se refleja el desastre cuando la frontera entre la realidad y la ficción son una zona borrosa.
El personaje principal también es periodista; relata en primera persona y se permite ciertas digresiones y momentos de reflexión que otorgan un marco histórico a los lectores. Hay datos que el autor camufló en el discurso periodístico, y la profesión del personaje ayudó a mantener un hilo narrativo. Aunque tampoco se pierde de vista que también estamos ante una historia de amor, pues el protagonista abre su corazón al evocar un amor imposible.
Gracias a todo esto, aunque también a aspectos como la estructura y la organización de la información, ‘El olor de las flores quemadas’ se disfruta sin tropiezos y logra ese raro equilibrio de sostener una historia mientras se suscita en el lector la imperiosa necesidad de aprehender lo que descubre de una realidad dolorida y de un corazón que se acepta fatalmente cursi.
Actualmente, Wladimir Chávez trabaja en un proyecto académico, una investigación sobre ‘Enfermedad y Literatura’ en Ecuador. “La idea de investigar las narrativas de la enfermedad ha sido impulsada sobre todo desde teóricos anglosajones, quienes la llaman «pathography» (la traducción sería «patografía», o tal vez mejor “narrativas de la enfermedad”). En principio, no nos referimos a textos de ficción (esto es, un escritor que imagina a un personaje enfermo), sino a textos biográficos o autobiográficos”, expresa el autor.