El escritor argentino Patricio Pron presentó la novela ‘Mañana tendremos otros nombres’ en Quito la tarde del jueves 9 de mayo del 2019. Foto: Galo Paguay/ EL COMERCIO
Ayer (9 de mayo del 2019), en uno de los locales de la Librería Española, el escritor argentino Patricio Pron presentó ‘Mañana tendremos otros nombres’, la novela con la que ganó la última edición del Premio Alfaguara. Unas horas antes del evento conversó con este Diario sobre las búsquedas y reflexiones que le provocó la escritura de este libro.
Para escribir esta novela leyó varios trabajos sociológicos y estadísticos sobre cómo funcionan las relaciones amorosas en la actualidad, ¿cuáles fueron los datos que más le llamaron la atención de esa búsqueda?
Lo que más me llamó la atención fue que confirmé algunas de mis intuiciones. En particular aquellas vinculadas al uso de herramientas como Tinder. Confirmé que a pesar de que hay herramientas como estas, que hacen posible como nunca antes en la historia el encuentro íntimo entre dos personas, los índices de soledad no han dejado de crecer. Lo otro fue constatar que el paisaje de las relaciones amorosas había cambiado por completo en el transcurso de los últimos cinco años. Esto ha provocado que para las personas, como en el caso de los personajes de mí novela, sea complicado comenzar de nuevo luego de una ruptura.
A veces las personas creen que el trabajo de un escritor de ficción está centrado en un ejercicio de pura imaginación, ¿qué tan complejo es para un escritor trabajar con data?
Es muy difícil si no sabes qué hacer con esos datos. Si esos datos se imponen a la idea que tienes sobre algo y te ves obligado a hacerlos encajar de una manera o de otra. En el caso específico de la escritura de esta novela no fue complicado porque no buscaba datos para justificar mis opiniones. Pienso que es un momento muy significativo de la historia, en la medida en que por primera vez no solo tenemos datos sobre los que las personas dicen si no sobre lo que las personas hacen cuando están solas. Esos datos revelan cómo concebimos cosas como el deseo y el apego.
Sus anteriores novelas están atravesadas por la historia y la memoria, ¿cómo surge el interés por contar una historia de amor y desamor?
Quise contar esta historia ante la constatación de que la forma en que concebimos el amor y el deseo parece no fundarse en ninguna experiencia anterior, todo parece ser puro presente. El consentimiento, la seducción, las muchas líneas rojas en la relación entre hombres y mujeres, qué es una pareja, qué finalidad tiene, qué hacemos con una pareja pensada tradicionalmente como vehículo para la maternidad o la paternidad. Esa falta de pasado me parecía muy singular para alguien como yo que ha trabajado mucho con la idea del pasado que anida en el presente.
En una de sus primeras declaraciones, luego de conocer que ganó el Premio Alfaguara, dijo que su novela puede ser leída como un caso clínico, ¿por qué?
Hay distintas maneras de pensar las relaciones amorosas y hay muchas metáforas para dar cuenta de lo que sucede cuando alguien se enamora o se desenamora de una persona. Una de esas metáforas, que es privilegiada en el contexto de nuestra sociedad, es la enfermedad. A menudo se aluda al dolor sentimental con frases del tipo ¡se me ha roto el corazón!, ¡estoy destrozado!, o ¡siento mucho dolor! Esta idea también hace alusión al hecho de que el narrador cuenta la historia de una manera muy fría. Parecería que es un médico que se encuentra ante un cuerpo enfermo que tiene que diagnosticar la enfermedad y dar algo de esperanza a sus víctimas.
¿Ha vuelto a leer la novela después de ganar el Premio Alfaguara?
Sí, la he vuelo a leer después de ganar el premio pero, sobre todo, tuve varias relecturas antes de su publicación.
¿En esas relecturas no sintió que su novela más que hablar de una ruptura amorosa versa sobre las limitaciones que tenemos los seres humanos para forjar relaciones que duren en el tiempo?
Mi desafió como escritor en esta novela era convertir la experiencia amorosa en un sitio privilegiado desde el cual mirar las transformaciones de la sociedad. Una de las más notables es el arribo de la precariedad al mundo de los afectos, algo que hace tiempo ya estaba instalado en el ámbito laboral. Antes el mundo de los afectos era visto como una especie de refugio ante la precariedad profesional. Ahora esa idea ya no es válida porque vivimos tiempos, que algunos han llamado líquidos, en donde no son solo las relaciones amorosas que están sujetas a una precariedad sino todas las formas que tenemos de relacionarnos. Aparentemente ahora tenemos más libertades que nunca, sin embargo, esa idea entraña algunas servidumbres muy particulares y de eso va esta novela.
¿A qué responde esta idea de no poner nombres a sus personajes y simplemente llamarlas Ella y Él?
Tenía la aspiración y el deseo que esta novela de cuente de una experiencia universal que todos tenemos, que es la del amor y desamor y que puede estar condicionada por las circunstancias en las que vivimos. Tampoco quería que el lector se identifique de una forma fácil con Él o con Ella.
¿Cree que ‘Mañana tendremos otros nombres’ es su novela más intimista?
Es evidente que algunos de mis relatos han rozado la intimidad y que esta idea está presente de una manera o de otra en algunos de mis libros, como ‘La vida interior de las plantas de interior’ donde tienes una promesa de intimidad muy grande. Siempre me ha interesado que sea el lector quien defina de qué tipo de novela se trata. Unos dicen que esta es una novela de amor, otros con amor, y otros que es una novela social que habla del amor. Lo que sí diría es que esta novela es el resumen de las inquietudes que atraviesan toda mi obra.