Juan Carlos Vargas ganó el Premio Viaje con la video instalación ‘Input (Next/Home)’. Foto: Cortesía CAC
A diario, durante un año calendario, Gary Vera dibujó, en acuarela, un fósforo. Unos días los palitos de madera aparecían intactos, otros consumidos a la mitad y otros gastados hasta el borde. A través de estos dibujos armó su propio registro temporal, una especie de ritual performático, con el que fue reflexionando sobre el tiempo y su desgaste.
Al final del 2016, los 365 fósforos que había dibujado se convirtieron en ‘Errare humanum est’ su pieza más personal y la obra con la que el miércoles ganó el Premio Adquisición en la tercera edición del Premio Brasil, Arte Emergente.
El grueso del trabajo de Vera, un portovejense de 34 años, se ha centrado en el activismo social a través del arte. “En la labor como activista uno siempre pone el cuerpo y en esta obra creo que lo hago pero de una forma más íntima”. Esta obra se convirtió en una actividad cotidiana llena de cargas personales donde aparecen los fósforos que usaba para calentar el agua, la sopa o prender su tabaco o una vela.
Los intereses artísticos de Juan Carlos Vargas, ganador del Premio Viaje, tienen que ver más con la vida de la calle. Para su video instalación ‘Input (Next/Home)’ decidió hurgar, a través del video, en una casa abandona de la calle Venezuela, en Guayaquil. “Intenté entrar a esta casa por medio de un zoom it y un zoom out que hice con la cámara”.
Ese video, que dura 25 segundos, está acompañado de una instalación de vidrios rotos que encontró en la calle y que proyectan, dependiendo de donde se ubique la persona, una perspectiva distinta de entrada a esta casa en ruinas.
A modo de ironía, Vargas dice que podría pasar como un cachinero del mundo del arte. En su trabajo este artista apuesta por la estética ‘trash’, un lenguaje que fue puliendo durante sus años de estudiante en el Instituto Superior Tecnológico del Ecuador ITAE.
De entrada, ‘Ataúd de mosca muerta’, una pequeña talla en madera e hilo con la que el artista quiteño Matías Armendaris, ganó el Premio Residencia, podría pasar desapercibida por su aire minimalista. Sin embargo, Fabiano Kueva, uno de los jurados del Premio, sostiene que esta pieza tiene que ser vista como un gesto de un trabajo más amplio que se caracteriza por la exploración formal y poética del lenguaje.
Kueva añade que para esta edición el jurado, en el que también estuvieron la brasileña Jéssica Varrichio y el ecuatoriano Miguel Alvear, reconoció que el trabajo de los 16 artistas finalistas refleja una preocupación que va más allá de lo estético. “En las obras se ve líneas de trabajo y de investigación y se ven escuelas -Universidad Central, Universidad Católica, ITAE- Universidad de las Artes- que están configurando ciertas formas de creación y de contrastar la realidad que son interesantes”.