Las jóvenes indígenas y mestizas de González Suárez aprendieron a elaborar los panes.Foto: Cortesía David Caluquí.
El olor a pan recién horneado es la estrategia de las ñustas (reinas, en español) de la parroquia González Suárez, cantón Otavalo, para captar clientes. El bocadillo acompañado de un vaso de colada morada se ofrece, cada 15 días, en la plazoleta Juan Montalvo, de esta localidad de 5 600 habitantes.
Jennifer Aguilar, la ñusta principal, calcula que el domingo último tuvieron aproximadamente 700 comensales. El pan y la colada morada, que en esta parroquia de mayoría de población indígena, se denomina tanta y puka-api, respectivamente, cuesta USD 1.
El último fin de semana participaron ocho chicas, entre reinas y exreinas de la localidad, en esta estrategia para recolectar recursos económicos. En noviembre próximo, las ñustas, como lo hicieron hace seis días, se colocarán delantales, amasarán la harina y cocerán el pan en un horno de leña, nuevamente.
La idea es sumar más recursos, durante el feriado de Finados, para agasajar a los niños de las ocho comunidades kichwas de los pueblos Otavalo y Kayambis de esta parroquia.
Con este tipo de iniciativa, que cuenta con el apoyo de la Junta Parroquial, se logra que los jóvenes se involucren en las actividades y en las tradiciones comunitarias. Así explica Manuel Cuatucuango, presidente del gobierno parroquial.
En González Suárez, al igual que en otras parcialidades indígenas de la Sierra norte, el compartir los alimentos es todo un ritual.Jennifer Aguilar, representante de la belleza de la mujer indígena, recuerda que en la mayoría de hogares kichwas las familias se reúnen antes del 2 de noviembre.
La cita es para elaborar estos platillos y para compartir con los parientes y vecinos. Pero también se cuecen granos tiernos de temporada: maíz, fréjol, arveja… para degustarlos en los camposantos, junto a las tumbas de los seres queridos. Así lo explica Hugo Benalcázar, chef del Centro de Desarrollo Profesional, de Ibarra.
La iniciativa de elaborar y vender los alimentos surgió de Nataly Torres, la reina mestiza de la localidad. Ella se encargó de convocar a las ñustas indígenas y exreinas mestizas para venderles la idea.
Finalmente, con la ayuda de su madrina, Sandra Terán, Nataly y las otras soberanas prepararon y vendieron estos manjares. Un horno de leña particular, al que denominan ‘luna’, sirvió para cumplir el sueño. Como si fueran niñas, las muchachas daban formas de rosas, flores y roscas al pan.
Según Torres, el objetivo, además, es que esta celebración popular una a la población indígena y mestiza.
Los ingredientes, como moras y frutillas, se consiguieron en las parcelas vecinas de González Suárez. La producción de esos frutos le ha dado fama a la parroquia vecina del lago San Pablo. Según Cuatucuango, los productos para la preparación del pan y la colada se los consiguió en la misma jurisdicción. Eso permite dinamizar, en algo, la economía local.
El próximo plan es realizar una noche cultural con las tradiciones de las parroquias.