Still Life, obra de la artista Juana Córdova, es un bosque de ramas secas recolectadas en la línea costera. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
Caminar por la playa, observar, encontrar, recolectar y transformar. Este es el ciclo -una especie de ritual cotidiano- que Juana Córdova realiza para crear sus obras, mundos en los que evidencia las relaciones entre los seres humanos y el mundo natural.
Desde mediados de octubre del 2018, ocho de sus piezas se mudaron del taller que tiene a orillas del océano Pacífico a la galería +Arte (12 de Octubre y Abraham Lincoln) para ser parte de ‘Acantilado’, la exposición que estará abierta hasta el próximo 16 de noviembre.
A lo largo de su carrera artística, Córdova ha develado su interés por mostrar la degradación acelerada de la naturaleza en manos del hombre, siempre de una forma poética. A criterio del curador Rodolfo Kronfle, de esta manera se aleja de lo heroico o espectacular “en un intento por extraer el asombro de lo habitual y frecuente y al hacerlo integrar lo más posible arte y vida”.
Las posibilidades de esta relación están plasmadas en obras como Bipolares, donde retrata decenas de piedras de playa Río Chico y al costado de cada una duplica su contorno dibujándolo en la arena; una acción donde la artista procura extraer simbólicamente el espíritu de estos seres inertes.
Un ejercicio parecido es el que realiza en Fósi, una almeja petrificada que encontró hace varios años y de la que extrajo un cilindro perfecto del centro de la piedra, para mostrar los estratos geológicos que la componen y que dan cuenta de los golpes de agua, tierra y viento recibidos por siglos.
Este diálogo entre la naturaleza y el impacto que el ser humano tiene sobre ella también está atravesado por su interés, como el de muchas mujeres artistas en la actualidad, por reivindicar el valor del tejido.
Alas de invierno es una pieza que reúne decenas de alas de mariposas. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
Para Alas de invierno tejió pequeñas alas de mariposas hasta armar una trama traslúcida de resina. Esta pieza está conectada con Chapuletas, un video en el que aparecen decenas de polillas de varios colores que se mueven en una danza infinita y arrolladora.
Su trabajo con la resina también es parte de Avistamiento, una obra en la que reúne plumas de distintas aves. En esta pieza muestra su interés por generar, desde el arte, otras clasificaciones del mundo animal, sobre todo, cuando los animales han pasado a una aparente inercia.
Su interés por la naturaleza muerta también aparece en Still Life, un bosque de ramas secas halladas en las caminatas que realiza por la línea costera. Estas ramas están sostenidas por un plomo. Un ejercicio para mostrar que muchas veces lo que termina por matar a un bosque puede convertirse en lo que propicia una nueva vida.
A estas piezas se suman Cambio de piel, donde une dos pieles transparentes de culebras encontradas en un sendero,para fusionarlas en un cuerpo sin cabeza; y Simulador, un video instalación de cinco minutos de duración.
Esta pieza es una invitación a experimentar de forma más íntima su mundo. Como parte de la instalación la artista colocó su hamaca, en la que el visitante puede recostarse sin reproche y alzar la vista al techo para disfrutar de un video donde se escucha el sonido del mar y del viento y se observa el paso de unas grandes aves.
La curadora Pilar Estrada añade que en su obra se coteja una predominante formalidad “con el desconsolador peso de la muerte que la atraviesa silenciosamente. En su trabajo como en su vida es a la vez excusa, motivo y revelación”.
Después de esta muestra, Córdova participará en la nueva edición de la Bienal de Cuenca, que se inaugurará a mediados de noviembre.
Juana Córdova
Estudió en la Escuela de Artes Visuales de la Universidad de Cuenca. Ha expuesto en galerías de Quito, Cuenca y Guayaquil. En el exterior su obra se ha exhibido en Brasil, Alemania, Guatemala, Seúl y España. Es una de las artistas ecuatorianas que participará en la próxima edición de la Bienal de Cuenca.