Rupert Murdoch ha sido cuestionado por su forma de llevar sus numerosas empresas. Foto: Reuters
Recientemente vacunado contra el covid-19, el magnate de los medios de comunicación Rupert Murdoch llegó el pasado jueves a los 90 años. Y todo parece indicar que todavía no piensa en jubilarse, pese a que ya han pasado 68 años desde que se hizo cargo de los diarios Adelaide News y Sunday Mail, heredados de su padre.
El diario británico The Guardian lo ubica dentro del “minúsculo rango” de personas que a esa edad dirigen grandes corporaciones. Y resulta tan estrecho que, de la última lista realizada por la revista Forbes en el 2015 de los billonarios más longevos del planeta, solo dos continúan vivos, igualmente ya en su octava o novena década. Y solo uno, George Joseph -que hizo fortuna con su compañía de seguros en EE.UU.- se mantiene a sus 99 años como parte del consejo directivo de su empresa.
Pero más allá de este hecho, hay más de un motivo para pensar que Murdoch y los años que le queden de trayectoria marcarán un hito en la historia del ‘mass media’. Su caso siempre será un motivo de estudio, porque no solo convirtió a dos diarios locales en su natal Australia en una multinacional que incluye instituciones periodísticas tan importantes como The Wall Street Journal y New York Post.
Incluso ahora, con el apogeo de los medios digitales y las plataformas de ‘streaming’, mantiene una importante presencia en mercados como el de la televisión por cable, a través de los canales de Fox Corporation, con la joya de la corona publicitaria que significa la transmisión de los juegos de la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL).
Se trata de un nombre que, al parecer, estará por siempre rodeado de la polémica. Además de la frivolidad que ha caracterizado a sus tabloides (como el británico The Sun), su emporio ha sido señalado por malas prácticas periodísticas, que incluso lo han llevado a tomar drásticas decisiones como cerrar en el 2011 el diario News of the World, tras un escándalo de escuchas telefónicas para obtener exclusivas.
En los últimos tiempos, su estrecha relación y fácil acceso a la Casa Blanca de los días de Trump, su apoyo a los negacionistas del cambio climático y a los políticos que recientemente sancionaron en Australia una ley que obliga a Google y a Facebook a negociar un pago de la publicación de noticias de los medios locales -lo cual beneficia a sus empresas- serán parte de su biografía.
El nonagésimo cumpleaños de Murdoch trajo consigo los cálculos y especulaciones de cómo será la sucesión cuando fallezca, o si decide retirarse. Esto último parece improbable, así que Rod Tiffen, autor del libro ‘Rupert Murdoch: A Reassessment (una revaloración)’, aseguró a la agencia de noticias EFE que seguramente su segundo hijo, Lehan, será quien se convierta en la cabeza, porque siempre ha sido su sueño que uno de sus hijos reciba la compañía, en una “visión monarquista”.
Tiffen agrega que “unos años después de la muerte de Rupert, será interesante ver qué dirección toma el imperio”. Y es cierto, porque Lehan Murdoch trabajaría en un contexto diametralmente distinto al que llevó a su familia a amasar una fortuna estimada en USD 13 000 millones.
El modelo de empresa familiar, que fue un denominador común en los grandes medios del siglo XX, se ha visto paulatinamente reemplazado por la administración de firmas inversoras, como Nash Holdings LLC, del multimillonario Jeff Bezos, que en el 2013 compró The Washington Post a la familia Graham. Su más directo competidor, The New York Times, ha apostado a la calidad salida de las mejores prácticas del oficio periodístico para adaptarse a la revolución digital sin renunciar a su activo más valioso: la credibilidad.
Pero nadie puede negar que el ‘pastel’ de la audiencia en todo el orbe se reparte en estos días con una lógica distinta. Las redes sociales, donde la frontera entre información y entretenimiento se estrecha por momentos, permiten la irrupción de nuevos actores, personas que sin necesidad de constituir una empresa ven abultarse sus cuentas bancarias y bajo la etiqueta de ‘influencers’ ofrecen a las marcas opciones atractivas de promoverse sin comprar espacios en un medio informativo, sino promoviendo experiencias.
Al hacer el ejercicio de sumar el dinero ganado por los cinco ‘tiktokers’ más acaudalados (Charli D’Amelio, Baby Ariel, Addison Rae, Loren Gray, Zach King), que están en el negocio menos de cinco años, se obtienen USD 27 millones, más que la utilidad neta de una aerolínea sudamericana en el 2017. El futbolista portugués Cristiano Ronaldo puede llegar a cobrar hasta USD 776 833 por un solo post en Instagram.
Los que lo conocen afirman que Rupert Murdoch seguirá manejando sus compañías con la lógica de siempre. Pero nadie niega que lo que vendrá para sus sucesores será completamente distinto. Con él terminará una era mediática.