Desde que Jane Birkin se casara con un vestido de croché, esta técnica artesanal ha cautivado a Jennifer Aniston, Rhianna o la duquesa de Cambridge, pero también a la generación Z, fan de la moda sostenible y a firmas de lujo que se decantan por una moda lenta romántica, bohemia y con mucha luz.
El ganchillo es sinónimo de verano, de vacaciones y de un espíritu relajado que se contextualiza en la época jipi y, por su puesto, no se puede pasar por alto “ese ambiente dulce y familiar en el que las mujeres se reunían por las tardes para hacer labores“, explica Alicia Hernández, experta en moda y fundadora del espacio multidisciplinar de tendencias Valyty.
La pandemia y el confinamiento han ayudado a poner en valor la sostenibilidad, la moda lenta y sobre todo el ganchillo, ese amor por las labores que tanto han practicado abuelas y madres.
El auge ha sido importante y muchos jóvenes han recuperado ese valor artesanal creando piezas únicas, una corriente que salta del hogar a la calle como muestra en sus redes Ella Emhoff, hija de Kamala Harris, quien adora hacer prendas y accesorios de croché.
El sector de la moda se ha dado cuenta de el interés que suscita el ganchillo y propone vestidos, ‘cropped top’, faldas, chalecos, biquinis o bolsos de croché como se ha visto en el trabajo del italiano Pierpaolo Piccioli para Valentino o en el de Gabriela Hearst, diseñadora uruguaya, al frente de la firma francesa Chloé.
El origen del ganchillo se sitúa en las prácticas árabes, sudamericanas y chinas, pero no existen pruebas fiables hasta que se popularizó en Europa en siglo XVI.
Las primeras referencias escritas aparecen en el libro ‘The Memoirs of Highland Lady‘, de Elizabeth Grant y hasta hace poco se ha considerado una manualidad casera y un entretenimiento femenino, aunque para algunas mujeres suponía una ayuda en la economía del hogar.
Fue considerada la versión pobre de los encajes hasta que la reina Victoria rompió una lanza en su favor y, además de comprar encajes de ganchillo, aprendió a tejer.
Ahora, existe una verdadera locura por el ganchillo. Basta con ver las propuestas de Botegga Veneta, Altuzarra, Jil Sander, Isabel Marant, Fendi o Celine, que ofrecen prendas artesanas que beben de la estética retro y el reciclaje de prendas antiguas.
Desde hace varias temporadas, Dolce&Gabbana ha presentado prendas realizadas en croché y Loewe también, aunque ahora da un vuelta de tuerca e incorpora esta técnica a sus diseños, creando modelos nuevos o únicamente incluyendo detalles en sus creaciones de piel.
La pionera de esta tendencia fue Jane Birkin que en 1969 acudió a la Gala de la Unión de los Artistas en París con un atrevido vestido de ganchillo blanco con un pronunciado escote que caía hasta el ombligo, un modelo que se sujetaba con un estratégico broche.
A partir de ese momento, la protagonista de ‘La Piscina’ (La piscine, 1969) se convirtió en un icono bohemio y fuente de inspiración para otras mujeres. Brigitte Bardot, protagonista de ‘Y Dios creó la mujer’ (Et Dieu créa la femme, 1956) se sumó a esta moda cuando apareció en el famoso club ‘Le Privé’ con un fabuloso vestido blanco de ganchillo.
Rihanna posa en sus redes sociales con un atractivo vestido de croché. Una técnica por la firma española María Ke Fisherman -formada por el dúo creativo María Lemus y Víctor Alonso- ha apostado por ella en colaboración con las monjas carmelitas de un convento de Huelva.
Lady Gaga o Miley Cyrus han lucido creaciones de croché de estos jóvenes diseñadores.
Jennifer Lopez, Katie Holmes, Lindsay Lohan, Christina Aguilera, Paris Hilton, Halle Berry, Eva Longoria, Marion Cotillard o Sophie Turner son algunas de las celebridades que se han unido a la locura del ganchillo.