María Ucilla mira los nuevos diseños de blusas que vende Jenny Ainaguano. Foto: Modesto Moreta
Los nuevos diseños de ropa indígena se exhiben en las vitrinas de los almacenes administrados por la población de las mismas comunidades. Los habitantes de Chibuleo, Salasaka, Tomabela y Quisapincha son los principales clientes de los estilizados trajes.
Desde hace dos años, a estos locales llega el último grito de la moda. Pese a los cambios, no se ha perdido su contenido ancestral andino. Estos locales funcionan en el centro de Ambato, en Tungurahua.
Allí se ofrecen tupos, sombreros, fajas, anacos, blusas, alpargatas. A esto se suman los collares, orejeras o aretes… que están elaborados con piedras de coral. También hay anacos tejidos en telares con lana de borrego o con gabardinas más finas. Un traje con los collares y los atuendos autóctonos puede costar entre USD 300 y 900.
Jenny Ainaguano, propietaria de uno de los locales comerciales, dice que los cambios dados a la vestimenta de los pueblos indígenas de Tungurahua están ayudando a que se sigan usando estas prendas. Ahora, los niños, jóvenes y adultos se identifican con sus comunidades: Chibuleo, Pilahuín y Salasaka.
Ainaguano explica que por eso más diseñadoras indígenas trabajan en una moda que no se salga de lo autóctono. “Los atuendos mantienen la esencia de la cultura, eso no se pierde, lo único que se hizo es modernizarlas, pero su contenido
es el mismo. Las figuras bordadas hablan de la vida de la gente, de la producción, del agua y de la naturaleza”, argumenta Ainaguano.
Antes de hacer estos cambios, se hizo una investigación del significado de los dibujos bordados en las prendas que antiguamente eran usadas por las mamas y taitas de los pueblos. “Antes, las prendas eran más gruesas. Ahora son blusas, antes se usaban camisones que se tejían en los telares. En la actualidad son más pequeños y delgados, de color blanco”.
En los nuevos diseños sobresalen los colores rojo, morado y verde. Las blusas -con escotes, mangas cortas o largas- son elaboradas en una variedad de telas con encaje, finos bordados con hilos de lana. En las gráficas sobresalen figuras como la flor de la papa, la vida cotidiana de los pueblos, la siembra… Todos son hechos a mano.
Sobre los cambios está de acuerdo María Ucilla, de 22 años. La joven de la comunidad Pilahuín habitualmente llega a los locales comerciales para ver las novedades en blusas, calzado y collares. Le gustan las que son escotadas, las cuales combina con collares. “La idea es estar a la moda y vernos bien elegantes con nuestros trajes autóctonos y en nuestro trabajo”, dice.
Cuenta que los jóvenes, en especial, cada vez más buscan algo nuevo para vestir. Para ella, lo interesante de las prendas es que los diseños de bordados y collares son distintos y que no se sale de lo andino. El pasado fin de semana adquirió una blusa en USD 60 en el local de Ainaguano. La prenda tiene mangas largas y bordados en los puños y alrededor del cuello. “Es interesante porque ahora tenemos diseñadoras indígenas que están incursionando en la moda”, asegura Ucilla.
En Chibuleo, una de las artesanas y diseñadoras expertas es Bertha Charco. En cada uno de sus diseños trata de innovar pero sin salirse de lo ancestral. Inició bordando su propia ropa, pero eso gustó a los vecinos que le solicitaron que les confeccionara otras prendas.
En su casa, situada en la comunidad San Luis, en sus tiempos libres dibuja en un cuaderno y luego plasma el diseño en las telas y las borda. En cada trabajo puede tardar hasta dos días. En la actualidad, tiene más de 20 modelos que entrega a los almacenes de Ambato.
“Todos los nuevos diseños mantienen los contenidos autóctonos de nuestra vestimenta. Nada ha cambiado, lo único es que las flores de papa son más pequeñas, puesto que antes eran grandes. También las espigas de la cebada, la tierra que se representa en los bordados”, menciona mientras borda con agilidad un nuevo diseño que creó días atrás.