Las actrices Carmen Maura y Victoria Abril junto al director David Trueba en la inauguración del Festival Internacional de Cine La Orquídea. Foto: Xavier Caivinagua/ EL COMERCIO
Desde Cuenca
La ilusión de las luminarias
Si el Tomebamba que atraviesa a la ciudad fuese navegado por góndolas, Cuenca sería otra Venecia, o al menos lo sería en noches como la de ayer (14 de noviembre de 2014), cuando se realizó la gala de inauguración del Festival Internacional de Cine La Orquídea, en su cuarta edición.
La comparación entre la italiana y la ecuatoriana se esparcía –risitas- como rumor por los costados de la alfombra roja que recibía a los invitados y era parte de la ilusión de las luminarias.
Los relojes promediaban las 20:00 cuando el Teatro Carlos Cueva Tamariz recibía a vestidos largos y corbatas lustrosas, auspiciantes y periodistas volcaban su mirada cuando nombre tras nombre se seguía un desfile de rostros reconocidos por su presencia en la pequeña y gran pantalla.
Diana León, Fabrizzio Ferretti, Jonathan Estrada, Andrés Crespo se contaban entre los nacionales; y entre los extranjeros, la delegación española.
Sonrisas y poses para la exacerbación de los flashes y entrevistas fugaces con el saludito de tradición, la alfombra roja… el espejismo previo a la puesta en escena del acto de apertura previo al filme inaugural, al cine por el que se vino.
Sala adentro
El padre Crespi, el mismo de ‘Los invencibles shuaras del alto Amazonas’, fue el personaje citado en una representación escénica musical que mostró en diferentes momentos fotografías de Ecuador y otras de España, y en un tercero la ficción del cine y la realidad de su hechura. Así como hubo palabras de políticos locales y de personeros extranjeros, hubo baile español.
La Prefectura de Azuay organiza el Festival. El prefecto, Paúl Carrasco, en el derecho que le toca como creador de esta cita y el aporte de la institución que encabeza, se extendió en las palabras. Histriónico también él, andaba por el escenario, buscaba el tono para la interacción e, intentando una reflexión cinéfila, mezclaba los conceptos de la ficción con las perspectivas sobre la realidad, una realidad en la que cuestionaba la incidencia del poder de turno. No; el acto de inauguración no estuvo exento del comentario político.
Al Prefecto le siguió en turno David Trueba, de quien minutos después se proyectaría ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’. Preseleccionada para una nominación al Oscar de lengua no inglesa, esta película empata en tal proceso con la ecuatoriana ‘Silencio en la tierra de los sueños’, de Tito Molina; las palabras de Trueba hicieron mención a ello, con un halago para la cinta nacional.
El agradecimiento de Trueba fue lo último que se dijo. La película nacida de una canción de The Beatles se proyectaba cuando las 22:00 anunciaban su llegada.
El ‘after’
El espacio abierto y decorado de uno de los salones del Hotel Oro Verde mostraba a pocos invitados, que aumentaron en número cuando el frío de la medianoche obligó a multiplicar por dos los calentadores a gas. Para esa hora algunos canelazos y vinos ya habían circulado entre los encuentros que dispone la norma social de los cocteles.
Tras la cena o tras el filme inaugural los invitados españoles aparecieron –abrigados- en tal terraza. Victoria Abril y Carmen Maura dieron, cada una por su lado, una breve vuelta de socialización y cortesía, saludos, fotografías y ‘hasta mañana’.
Los Trueba y Ariadna Gil estuvieron más tiempo, hablaron y escucharon. Departían, sorteando al fresco, con organizadores y auspiciantes, con cineastas, jurados y personalidades locales.
Luego, en sus cabezas, se chantaron sombreros de paja toquilla, infaltable símbolo de bienvenida al Ecuador y un presente de la organización.
Canelazos, vinos y whisky circulaban. Las conversaciones eran diversas, unas con ánimo cinéfilo, otras con ánimo. Por esos espacios, el cine nacional puso a Sebastián Cordero, Víctor Arregui, Xavier Andrade, Tito Molina, Jorge Luis Serrano y otros; la farándula también hizo su tanto. La noche devino madrugada y los sonidos de la electrónica seguían en el ambiente de coctel.
Pasada la fiesta inaugural –necesaria si se considera la naturaleza de los festivales-, la ilusión del espectáculo troca en caminos de la ficción, en el cine que es el meollo de La Orquídea. Ya han empezado los talleres y las funciones continúan… a ver películas.