Jesús Carrillo fue jefe del departamento de programas culturales del Museo Reina Sofía. Foto: EL COMERCIO
El español Jesús Carillo trabajó, durante seis años, como jefe del departamento de programas culturales del Museo Reina Sofía. La semana pasada estuvo en Quito como parte de los ponentes de ‘Desenredando el museo’, un ciclo de charlas organizadas por la Fundación Museos de la Ciudad.
El fin de estas jornadas fue reflexionar sobre la transformación del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) en el primer Museo de Arte Contemporáneo del país. Carillo conversó con EL COMERCIO sobre su visión de los museos y sobre su trabajo en el Reina Sofía.
¿Hablar de la creación de un museo no resulta anacrónico en el siglo XXI?
Sí. De cierto modo es anacrónico. El museo es una institución que nació en el siglo XVIII y que se configuró respecto a un ideal de sociedad. Los museos han traicionado esa promesa de formar parte clave de una sociedad civilizada poniéndose en manos del mejor postor. Muchos museos del mundo son franquicias del capitalismo más desbocado al servicio de operaciones de urbanismo y relaciones financieras. Sin embargo, a falta de otras instituciones que debemos pensar, el museo puede y debe cumplir una misión importante dentro de nuestras sociedades.
¿Cuál es ese rol que debería cumplir?
En cada lugar es diferente. El discurso en Latinoamérica es que las instituciones culturales tienen la misión de ser agentes de cohesión social. En Europa no se piensa que el museo tenga esa misión. En España lo que hace el museo es agitar la esfera pública, movilizar y quitar fantasmas o bloqueos mentales. Una institución cultural no puede resolver los problemas de justicia social, de exclusión o de abuso. Lo que sí puede hacer es detonar mecanismos para imaginar escenarios, ser un operador dentro de ese proceso.
¿En España la gente va a los museos?
Sí. En el Reina Sofía nuestro reto no era atraer gente al museo debido a que está dentro de un eje turístico muy potente, además está el Guernica, de Picasso como uno de sus atractivos más importantes. Cada año más de 2 millones de personas visitan el museo. Nuestro gran reto ha sido crear mecanismos para interpelar a esos visitantes, mecanismo que hagan que no ejecute de un modo tan automático esa visita, sino que se sienta inquietado y movido. En el nuevo museo de Quito sería más fácil porque el visitante no está tan codificado en términos turísticos.
¿Cuál era el modelo de gestión cultural del Reina Sofía?
El precedente del Reina Sofía fue el trabajo que se hizo en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona MACBA. Este modelo de transición parte de la teoría de que el museo está en crisis como dispositivo de interpelación pública. A partir de esa crisis hay una reflexión para generar dispositivos de experimentación y de investigación de cómo podrían ser otras instituciones. La idea es que el museo se convierta en una especie de laboratorio para una institucionalidad que todavía está por llegar.
Uno de los objetivos del Museo de Arte Contemporáneo de Quito será tener una colección permanente, ¿por qué son importantes estas colecciones?
La noción de permanencia es la más compleja en el mundo en el que vivimos. La posibilidad de construir una narración de quiénes somos y de a dónde queremos ir a partir de la recolección de artefactos culturales históricos es muy útil. Sobre todo porque hasta ahora las historias que se habían tejido alrededor de esas colecciones eran lineales, canónicas y fundamentalmente venían a ratificar el estatus quo y el orden que hemos heredado. La trama de artefactos y de relaciones que pueden servirnos para que el pasado nos hable, nos interpele y nos desestabilice.
También para que no todo esté en manos de coleccionistas privados
Sí. Si el CAC y la sociedad quiteña no se ponen a tramar esas narraciones, a generar esas colecciones van a venir coleccionistas privados a generar sus propias colecciones según sus criterios. Luego las van a imponer a los museos, eso es lo que está sucediendo en toda Europa y en todo el mundo. Los museos por su poca capacidad de adquisición lo que están haciendo es asumiendo las colecciones privadas, eso hace que tengan dificultad de contar sus propias historias porque solo pueden reproducir aquellas que vienen de los coleccionistas.
¿Cuál es la importancia de los programas educativos en los museos?
Tradicionalmente los programas educativos han sido los subalternos de los museos. Estaban siempre supeditados a los proyectos curatoriales, se establecía el proyecto curatorial o de colección y después se llamaba a las chicas de educación para que mediaran o que interpretaran a los públicos principalmente infantiles esos discursos que habían sido generados en otra parte. Creo que ese modelo está obviamente superado. El reto de los muesos es colocar el proceso de educación o mediación en el centro de cualquier operación que haga el museo.
¿En España los museos han narrado sobre las crisis y problemas europeos?
En el Reina Sofía hizo todos los esfuerzos para tensar la relación entre pasado y presente. Se han presentado exposiciones como ‘Un saber realmente útil’, ‘Campos de juego’ y ‘Castillos en el aire’, esta última hablaba sobre las especulaciones inmobiliarias. Estas exposiciones no pretenden explicar lo que está pasando, sino dotar al visitante de herramientas críticas para no aceptar los lugares comunes que vienen dados por los medios de masas. Los medios de comunicación tradicionales no están dotados para hacer estas preguntas. Un museo, un artista, una novela o un dispositivo cultural pueden hacerlo.