P ese al frío intenso del páramo en Cayambe, Rafael Quishpe, de 27 años, prefiere permanecer fuera de su pequeña casa de adobe durante el día. Suele sentarse sobre una tabla en el patio de tierra. Una colcha calienta sus pequeñas piernas inmóviles.
El joven tiene 79% de discapacidad intelectual, no habla y no camina, pero se moviliza gracias a que aprendió a gatear.
Rafael es el primero de 10 hijos de Rosa Paredes, de 46 años. Tres de sus hermanos también tienen discapacidad intelectual, Mery de 15 años, Blanca de 13 y Jorge de 9. Los tres últimos asisten a la escuela Luis Humberto Salgado.
El lunes pasado no tuvieron clases porque su maestra participó en el censo de población. Las niñas no aprenden mucho y olvidan las cosas con facilidad, comentó su madre. Hablan poco, cosas básicas como sus nombres.
La familia vive en la comunidad de Pitana Alto, en la parroquia Cangahua, en el sur del centro cantonal de Cayambe.
En una vieja casa de adobe viven 14 personas, incluidos cuatro nietos. Junto a la vivienda están levantadas tres paredes de bloque para un cuarto más, pero este aún está en construcción.
La familia no tiene luz eléctrica, alcantarillado, baño. Las necesidades biológicas las hacen a la interperie. El agua que consumen es entubada. La casa está ubicada en una ladera rodeada de pajonales y sembradíos.
Esta familia vive del cultivo de cebolla y hortalizas, que intercambian con otros productos con pobladores de la zona o rara vez los venden. No hay casas vecinas a la vista y para llegar al sitio hay que bajar por una carretera de lastre unos 10 minutos.
Se acomodan en dos cuartos, uno de ellos es la cocina, con cuatro camas. La lejanía de esta vivienda es una de las razones para que Rosa Paredes nunca haya tenido atención médica durante sus embarazos y partos.
Daba a luz sola o a veces era asistida por una partera. Sufría de estragos como vómitos y dolores de estómago y sus partos duraban hasta 10 horas.
Su primer esposo, que falleció hace 13 años, la golpeaba cuando estaba embarazada. Paredes no iba al médico porque no había uno en su sector y no tenía dinero para trasladarse a Cayambe. El galeno más cercano está en el dispensario de Cangahua, pero no es ginecólogo, sino médico general. Llegar al médico toma 40 minutos a pie por caminos empedrados. No hay transporte público, el servicio lo dan camionetas que cobran la carrera hasta USD 4 por persona. El único centro que da atención ginecológica es el Hospital Raúl Maldonado, de Cayambe, a 25 minutos de Cangahua.
Rosa Paredes desconoce por qué cuatro de sus hijos nacieron con discapacidad intelectual, si en su familia no ha habido antecedentes. A sus hijos nunca les han tratado especialistas.
Para ella es normal haber dado a luz en su casa, así lo hizo su madre y también dos de sus hijas.
Rafael es el que mayor cuidado requiere, deben cargarlo si quieren llevarlo fuera de la casa.
Es como un niño pequeño que hay que llevarlo al baño y darle de comer, a veces lo hace solo pero riega la comida.
Los otros tres se valen por sí mismos y ayudan en la casa. Por ejemplo, Mery peina a Blanca y se acompañan a la escuela, que está a cinco minutos de la casa. Las dos parecen gemelas por sus rasgos físicos similares.
Este es uno de los casos que conoció la Misión Manuela Espejo en Cayambe y por los cuales determinó que una de las causas para la discapacidad es la falta de acceso a atención médica de las embarazadas.
Según los resultados de Pichincha, Cayambe es el cantón con mayor prevalencia de discapacidad. Por cada 100 habitantes hay cuatro personas con algún tipo de discapacidad. Cerca de 500 personas presentan discapacidad intelectual.