Las mujeres trabajan más que los hombres en el sector informal, lo cual significa menores salarios y beneficios sociales.
La pandemia ha ocasionado un retroceso en las oportunidades económicas de las mujeres y amenaza con ampliar las brechas de género que aún persisten, pese a 30 años de progresos.
El diagnóstico lo hizo el Fondo Monetario Internacional (FMI) a mediados del año pasado, mientras otras organizaciones prenden las alertas por las consecuencias que tendrá en la lucha contra la pobreza, el desarrollo y la paz social.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) es una de las organizaciones más preocupadas por el impacto de la pandemia en las mujeres, ya que se pone en riesgo uno de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), específicamente el número cinco, sobre igualdad entre hombres y mujeres. “La igualdad entre los géneros no es solo un derecho humano fundamental, sino la base necesaria para conseguir un mundo pacífico, próspero y sostenible”, reza el compromiso que 190 países firmaron con la finalidad de “poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que todas las personas gocen de paz y prosperidad para el año 2030”.
Los progresos que se habían alcanzado hasta el 2019 se frenaron el año pasado, ya que la pandemia ha golpeado desproporcionadamente a las mujeres, y con más fuerza en los países de menores ingresos, entre ellos Ecuador.
En estos países las mujeres tienden a trabajar más que los hombres en los sectores sociales, es decir, en industrias de servicios, comercio minorista, turismo y hospitalidad, donde se requieren interacciones personales y no funciona el teletrabajo.
En Estados Unidos, por ejemplo, un 54% de las mujeres que trabajan en sectores sociales no pueden hacerlo a distancia. En Brasil es el 67% y, en países de bajo ingreso, ese porcentaje sube al 88%, según el FMI.
También hay que considerar que en los países de menores ingresos las mujeres tienden a trabajar en el sector informal más que los hombres, lo cual significa menores salarios, nula protección de los derechos laborales y cero acceso a prestaciones como pensiones o un seguro médico.
No hay que olvidar que las mujeres tienden a realizar más labores domésticas no remuneradas que los hombres, unas 2,8 horas al día más, según el Ministerio de Trabajo de Ecuador. Ellas también soportan la carga de las responsabilidades del cuidado familiar derivadas de la pandemia, como los cierres de escuelas y las precauciones para los padres mayores y vulnerables. Tras el levantamiento de las medidas de paralización, la vuelta al trabajo de las mujeres está siendo más lenta. “En las familias con al menos un hijo menor de 6 años, es unas tres veces más probable que el padre vuelva al trabajo a que lo haga la madre”, señaló el FMI.
A lo anterior se podrían sumar otros problemas como el aumento de la violencia física, psicológica, sexual y patrimonial, además de la pérdida de capital humano, ya que las chicas jóvenes se ven forzadas a abandonar la escuela y trabajar para complementar el ingreso del hogar.
Frente a esta realidad, las salidas pasan por pintar de violeta al modelo económico, según la ONU, que desde el año pasado impulsa la ‘Economía Violeta’ para el desarrollo social y productivo en Ecuador. El objetivo: eliminar las barreras para acceder a oportunidades en igualdad de condiciones y reducir la brecha laboral entre hombres y mujeres.
Las autoridades saben que la reducción de las brechas de género es un buen negocio para los países. Y uno de los estudios más citados es del Mckinsey Global Institute (2015), el cual señala que si se cerrara la brecha de género y las mujeres pudieran participar equitativamente en la economía, se añadirían USD 28 trillones al PIB mundial en el 2025, lo que equivale a la suma de las economías de Estados Unidos y China.
El ministro de Trabajo, Andrés Isch, informó esta semana que el Gobierno tiene listo un proyecto de ley de ‘Economía Violeta’, que está próximo a enviarse a la Asamblea.
Entre los objetivos está, por ejemplo, eliminar paulatinamente las diferencias salariales que existen en el país. Las mujeres ganan, en promedio, un 14,5% menos que los hombres por realizar el mismo trabajo.
Asimismo, de los nuevos contratos que se crearon el año pasado, un 70% es para hombres y el 30%, para mujeres. De por medio hay varios tabúes y prejuicios, como creer que las mujeres en edad fértil son más costosas para las empresas, debido a los permisos por lactancia o maternidad.
La propuesta de ley establece incentivos tributarios para las organizaciones. Aquellas que contraten a mujeres podrán deducir un 50% adicional sus impuestos respecto a si incorporan a hombres. “Mientras más mujeres contraten y les paguen más, el beneficio será mayor”.
También se propone que la licencia de maternidad y lactancia se pueda compartir entre madre y padre, y que las empresas que cuenten con un directorio incorporen a más mujeres, una por cada cuatro miembros.
En las grandes compañías del mundo, solo el 5,8% de los cargos de CEO es ocupado por mujeres.
Todas las brechas de género deben reducirse, no solo por justicia social sino porque es un buen negocio para las empresas y los países.