Una referencia escénica al relato ‘La doble y única mujer’ de Palacio. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
En ‘Línea y contorno de un abismo’, la literatura y la danza habitan en un mismo espacio. Esta coexistencia es posible a través de la presencia, a ratos onírica, de los personajes que pueblan la obra literaria de Pablo Palacio. Personajes interpretados por los bailarines del elenco de la Compañía Nacional de Danza del Ecuador.
Los cuerpos de estos hombres y mujeres, que durante dos horas se embarcan en un carrusel inagotable de movimientos y sensaciones, son el faro que ilumina la obra de Palacio desde un nuevo puerto, el de la estética de la danza contemporánea.
A ellos se suma Rodrigo Becerra, un músico que toca en vivo y que en algunas escenas se convierte en una especie de álter ego del escritor lojano.
La obra de Palacio, conminada al olvido por parte de sus contemporáneos y de la crítica literaria hasta mediados de los años setenta, llega a este nuevo puerto bajo la dirección de la española Laura Aris, quien devoró la obra del autor ecuatoriano durante una residencia que hizo en Alemania.
Cuando terminó sus lecturas,decidió que el eje escénico de esta obra iba a recaer en ‘Vida del ahorcado’. Así, la última novela de Palacio, publicada en 1932, se transformó en la brújula y el norte de este viaje visual y sonoro que tendrá su primera parada el viernes 16 de noviembre en el Teatro Benjamín Carrión de Loja.
Hurgando en esta novela, Aris también encontró los elementos para el montaje escénico compuesto por una serie de cubos de distintos tamaños. Sin duda, una referencia a los cubos de Viaje Final, el lugar donde Bernardo y Andrés, protagonistas de esta novela, sobreviven a sus calamidades.
Aunque en la obra el norte sea ‘Vida del ahorcado’, la directora explora el mundo palaciano a través de otros textos como ‘Débora’, ‘La doble y única mujer’ y ‘El antropófago’. Todo matizado por la subjetividad de cada bailarín.
La fragmentación que recorre la literatura de Palacio también está presente en la obra. A lo largo de la pieza el elenco entra y sale de escena de forma constante. En estos giros el público se topa inevitablemente con las inquietudes sobre el comportamiento humano que acecharon al autor, así como con la visión que tenía de su enfermedad (sífilis), la muerte y su madre.
Entre las cosas que más sedujeron a Aris de la obra de Palacio está su atrevimiento a presentar personajes al límite, como el protagonista de ‘El Antropófago’, sin juzgarlos. “Además -dice- me parece que era un eterno observador y eso se nota en su literatura”.
La obra que también puede ser leída de forma literal en esta pieza a través de las proyección de pequeñas frases como ‘Amor, odio, risa. He perdido la medida: ya no soy un hombre: soy un muerto’; y de una serie de telas con frases que cuelgan del escenario y que en un punto son retiradas del escenario y compartidas con el público.
En Quito, la obra se presentará el próximo 28 de noviembre, en el Teatro Nacional Sucre.