Lo que empezó como la búsqueda de un dinero extra llevó a Lottie Rae, una británica de 32 años, a desempeñar un oficio inusual: trabajadora doméstica desnuda.
De acuerdo con el medio The Mirror, la mujer británica cobra 50 euros la hora (USD 53,72 al cambio de este 24 de mayo de 2023, por ofrecer sus servicios como trabajadora doméstica.
“No lo haría si no me pagaran el incentivo financiero”, comentó la mujer al periódico británico citado anteriormente.
La singularidad de sus ‘clientes’
Desde clientes que solo esperan su compañía hasta aquellos que van en busca de “algo más”, Lottie Rae se encuentra con todo tipo de personas. Su trabajo es de medio tiempo y lo ejerce desde 2017.
Su oficio, además de propiciar ganancias adicionales, también la hace cuestionarse respecto a otros aspectos. En su lista de empleadores yacen adultos mayores con poder adquisitivo, pero también personas jóvenes.
Aunque en su mayoría los clientes se muestran amables con ella, también hay excepciones a la regla. Según relató a The Mirror, en una oportunidad se topó con un hombre que puso contenido para adultos explícito en su televisor.
Tuve que decir que no. Las personas que son un poco más espeluznantes tienden a tener casas perfectamente limpias, así que es una especie de indicador”, contó.
En el otro extremo, están aquellos que buscan compañía o simplemente probar algo diferente. Incluso, hay empleadores que, en vez de dejar que sea Lottie la única persona desnuda en la vivienda, también optan por quitarse la ropa.
“Los clientes también se desnudan. Algunos de ellos están bastante nerviosos al principio y se quedan con la ropa puesta hasta que tienen la confianza suficiente para quitársela”, señaló al tabloide.
Así llegó a limpiadora desnuda
En su blog en línea, Lottie cuenta detalles de su trabajo como limpiadora desnuda. Según su relato, las necesidades económicas la llevaron a buscar una fuente de ingresos extra.
Fue allí cuando surgió la oportunidad de ganar dinero organizando viviendas. Sin pensárselo dos veces dijo que sí.
Una vez llegó a ella su primera oferta, no pudo contener la felicidad: rápidamente la aceptó. Sin embargo, en los días siguientes los miedos y la incertidumbre la invadieron.
No fue hasta que decidió buscar en Google la dirección de su primer cliente -la cual arrojaba en una zona boscosa y alejada- que finalmente abandonó esa petición.
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