Fue imposible no sentirse en otra dimensión escuchando Escape Artist, la canción que la chelista canadiense Zoë Keating compuso tratando de narrar las emociones encontradas que tenía al habitar un bosque muy bello y muy extraño a la vez… Eso pudo sentirlo anoche el público quiteño que asistió a su concierto en el Teatro Sucre.
Con los ojos cerrados mientras jugaba con su chelo, esta espigada mujer -de figura casi etérea y a la vez muy poderosa- supo ganarse al público con su música tan bella como experimental. Keating se las arregló para llenar con su sola presencia el escenario; su carisma y sencillez fueron inagotables.
Como sostuvo la noche del miércoles en el Stereo Recital de Radio Visión, el chelo es ella misma, específicamente: su voz, a través de él se comunica como no lo puede hacer con palabras. Y ayer no solo se comunicó, hizo magia con su instrumento y con el ingenio que le permite sonar como una orquesta de cuerdas, siendo apenas ella y su chelo; esto gracias a los tres ‘softwares’ -que ella misma creó para construir capas de música- que le permiten interpretar como solista y ‘orquestarse’ a la vez, además de dirigirse (usa audífonos para mantener el tempo).
Sus piezas son brevísimas bandas sonoras que permiten inventar mundos, y seguro eso fue lo que hizo el público que anoche llenó el Sucre. Keating pudo desarrollar esta propuesta gracias a que otras puertas, más formales, se le cerraron, y así empezó a buscar.
Quedó comprobado que encontró algo cautivador, auténtico, y que mientras tocaba sumergida en el silencio de su cabeza puso al público a soñar.