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Un viaje universal por la memoria familiar

El afiche de Alberto Montt para el documental ‘Abuelos’ muestra dos paisajes, uno de vida y otro de muerte. Los horizontes del Ecuador y de Chile se unen por dos árboles: en uno, la copa con verde hojarasca, en otro, solo ramas sin follaje. Los árboles comparten el mismo tronco y, acaso, desde allí, brota la visión de Carla Valencia Dávila, directora del filme.

La cinta se preestrenó en los pasados EDOC y recientemente fue seleccionado para el premio First Appereance, en el importante festival IDFA, en Holanda. También irá al Bafici, de Argentina, y para mediados de marzo entrará en las salas de cine del país.

‘Abuelos’ se hace de una travesía por la memoria familiar, de un reencuentro con la interioridad de su creadora, de un repaso por episodios y geografías de Sudamérica . Se hace de las historias de Juan Valencia y Remo Dávila. Valencia, militante comunista asesinado por la dictadura militar chilena. Dávila, médico autodidacta en busca de la inmortalidad. Solo al segundo conoció la cineasta ecuatoriana. ‘Abuelos’ se hace de seguir sueños.

Los elementos se prestaban para una ficción, pero Valencia se afirma, con pasión, en el documental. Este es su primer largometraje; también fue editora de ‘Cuba, el valor de una utopía’, de Yanara Guayasamín y ‘AVC, del sueño al caos’, de Isabel Dávalos.

Alfredo Mora, el productor, completa: “Es una cuestión de lenguaje, antes el documental tenía más cosas del reportaje y el acercamiento frontal a lo real, ahora los lenguajes están mezclados, el documental es más simbólico visualmente”.

El objetivo de hacer un documental personal –dice Valencia– es tratar de convertirlo en algo universal. Hacer de ‘Abuelos’ una historia biográfica o familiar era limitarlo al interés de sus parientes; entonces trató la intimidad desde temas más amplios: lo político, las relaciones familiares, el amor, el dolor' Los trató con una construcción visual estética y simbólica, que llegase a más gente.

Por ello se plantea una estrecha relación entre los dos personajes y los territorios donde nacieron y crecieron. Con ojo que capta la belleza, Valencia muestra a sus abuelos sin la necesidad de verlos físicamente. Esa especie de realismo mágico que rodea a la vida de Remo está en la riqueza del bosque de Mazar, en el sur del Ecuador; mientras que la desolación, la nada, la muerte de Juan es el desierto del norte de Chile.

La realización del documental empezó hace cuatro años. Mediante dos libros que abordaban las figuras de sus abuelos, Valencia supo que tenía dos historias y “que era absurdo retenerlas”.

Al recordar a dos seres ausentes emerge el dolor. “El dolor de los otros era el que más sentía, la historia de mi abuelo Juan me duele porque le duele a mi padre, espero que haya sido liberador para él”. Fotografías, películas de archivo, audios son parte de la producción. Valencia recogió las huellas de sus abuelos en casas, prisiones, playas, bosques y en la voz de quienes los conocieron y trataron: su propia familia.

Esas charlas se hicieron en soledad. Valencia, haciendo cámara y sonido, se tomaba el tiempo para conversar... el vínculo afectivo no fue solo una ayuda, sino que este se hizo más fuerte. Allí en la pantalla están amigos, sus tías, su tío, su padre, su madre.

Están en la pantalla y, al mostrarse frente a diversos públicos, causaban en Valencia una sensación extraña, pronto acallada por el aplauso de los espectadores, emocionados al sentir... familia.