En el Festival Internacional de Cantautores, organizado por la Fundación Teatro Nacional Sucre, el artista que estaba delante no era un dios al cual venerar sino el cotidiano y mundano ser que habita las mismas plazas que el público.
Punto a favor: el festival propicia un real encuentro con el protagonista; pero todavía puede ser más cercano. Algo se consiguió con los conversatorios, pero acaso se necesita un escenario más íntimo, algo similar a lo hecho con el Jazz in situ.
De lo visto y escuchado quedan algunos nombres. Concha Buika que con su voz monumental llenó la sala y ganó corazones. El gaditano Javier Ruibal mostró el buen uso que hace de su apelativo de ‘maestro’; con una atronadora guitarra y una voz que no paró ni siquiera cuando el aire de Quito era insuficiente, Ruibal conquistó al público con su carisma.
Quique González, el amor y las vivencias. Guy Davis, ese blues que destroza inhibiciones. Juan Carlos Terán, golpes de trayectoria, ritmos nacionales y palabra. Perrozompopo, contestatario. Guillermo Anderson, alegre. Víctor Heredia, ídolo en Latinoamérica.
Si con Gloria Arcos llegaba el sueño del trasnochado (con consignas políticas que no tuvieron respuesta en el auditorio), con Mikel Izal vino la frescura de un porvenir y a ritmo de pop rock; más comercial, dirán los que bostezan, pero…¡qué va!
Si lo que se quiere es ser honesto -según se decía en el conversatorio de Víctor Heredia, Juan Carlos Terán y Mikel Izal- , entonces se trata de buscar una voz, expresar ideas, compartir emociones y vender (no venderse, que es otra cosa). Y todo eso a pesar de las ásperas (y a veces nulas) relaciones del cantautor con la industria y los medios de difusión (que, hay que reconocerlo, buena parte jugamos).
No todos los días se dio el lleno del primero, con Buika en escena; butacas y palcos vacíos fueron una constante. Pero la canción de autor no siempre cala en los públicos mayoritarios (y no por eso, grandes). Quienes fueron, escucharon y eso es bueno.