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Nuevos músicos para la Sinfónica

En la audición. El jurado mira y escucha la interpretación en solitario de la violonchelista Alisa Lewis. La convocatoria para las audiciones se hizo a escala nacional e internacional.

En la audición. El jurado mira y escucha la interpretación en solitario de la violonchelista Alisa Lewis. La convocatoria para las audiciones se hizo a escala nacional e internacional.

Silencio en la sala. Distanciados por algunas butacas los miembros del jurado toman asiento, en sus manos un bolígrafo, varias partituras y una ficha a llenar con los números y las observaciones que califican a los evaluados. El postulante ingresa al escenario con su instrumento, toma posición y es presentado ante cada uno de los jueces...

Así se dieron las audiciones para los músicos que buscan integrar las filas de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE). Desde el lunes hasta el domingo pasados se realizaron las pruebas en dos escenarios de Quito: la sala de recitales de la Casa de la Música y la sala de ensayos de la Sinfónica.Fueron 125 los inscritos al concurso, pero no todos se presentaron. “Los nervios”, justifica Héctor Villacís, comunicador de la institución musical. Con ellos se busca completar las 15 sillas vacantes (de quienes se jubilaron, fueron separados o no aprobaron las evaluaciones) y ocupar los 22 puestos nuevos.

Las audiciones no se hacen a cortina cerrada; es decir que el postulante tiene un reducido, pero conocedor, público: el jurado. Antes de entrar al escenario, Víctor Chiluisa sopla su corno francés, está en calentamiento. Él llega con la intención de cumplir su sueño de tocar junto a músicos de alto nivel, ya ha tocado en otras agrupaciones pero esto es cuestión de “escalar puestos”. Llegado el momento entra al escenario; en su primera prueba una pianista lo acompaña.

Es una parte imprescindible de la audición. Daniel Khachatrian, líder de la fila de violoncellos y miembro del jurado, busca que el evaluado “sea apto para tocar en un conjunto; ser solista no es lo mismo que tocar en una orquesta”. Lo que manda en un músico de fila es la habilidad de acoplarse con su afinación, su capacidad de seguir tiempos e instrucciones, para que “todo suene como un solo”.

Todo queda registrado en video por si existe una deliberación demasiado ajustada y los jueces buscan ver y escuchar nuevamente la audición. Chiluisa ahora está solo, el jurado le pide que repita un fragmento de la partitura. Él cumple con la solicitud, mientras los jueces le dicen que preste atención a los valores y grafías del texto musical. El postulante busca relajarse, respira...

Este es otro aspecto en el cual repara el jurado. “Tocar a 2 800 metros exige una técnica de respiración para sostener el fraseo”, señala Luciano Carrera, flautista principal de la OSNE. También indica otros parámetros que sirven para la calificación: la afinación, la fraseología, el dominio técnico, la interpretación del concepto que sugieren las obras.

Además de un potencial técnico interpretativo, que les permita abordar repertorio contemporáneo y de otras épocas, la maestra Andrea Vela, directora musical (e), también busca una actitud en el interprete, “madurez, calidad humana”.

Ella se acerca al escenario para entregar al postulante una partitura sorpresa, que él deberá interpretar a primera vista. Allí se puede medir el conocimiento práctico del músico, la capacidad que le brinda su experiencia más que nada.

“Debemos tener músicos más experimentados, que puedan integrarse mejor con menos ensayos; así podremos ejecutar repertorios más difíciles y la audiencia será capaz de escuchar mejores músicos y mejores actuaciones”, dice un optimista Ted Lane, maestro estadounidense e instrumentista principal de la fila de clarinetes.

Los músicos van pasando, así como las partituras específicas para cada instrumento y composiciones de diferentes autores. En las audiciones suenan fragmentos de Mozart, Brahms, Shostakovich o Beethoven.

Chiluisa acaba su audición, y las fichas con sus calificaciones se guardan para su posterior computo. Apenas el silencio se hace, suena otro corno desde atrás del escenario. El colombiano José Vargas también llegó a Quito para probarse ante la OSNE. Él es parte de la Sinfónica de Pereira, pero quiere tocar aquí.

Mientras calienta dice estar sobrepasado por los sentimientos, sabe que está preparado, pero “con los nervios nunca se sabe”. Nunca se sabe... En el escenario se vio a un cornista tenso, con problemas en la respiración, hizo pausas, pidió repeticiones.

La Sinfónica Nacional es la bandera musical de un país. Por eso se necesita de los mejores.