Me espera en el lobby del hotel. Se levanta para estrecharme la mano. Es menuda y atractiva, y se lo digo. Se disculpa por su aspecto porque dice que acaba de llegar de Nueva York y no ha dormido. Tiene ese magnetismo extraño de las personas que parecen guardar algún secreto. Responde a las preguntas con frescura y sin afectación. Me recuerda de alguna manera a Yoko Ono. Probablemente por su ascendencia oriental es imposible saber lo que está pensando. Imagino que muchos se acercan a ella para saber de Borges, pero me da curiosidad María Kodama.
Me cuenta que de chica quería ser profesora: alineaba a sus muñecas y pretendía que eran sus alumnas. Y sí, dice que es cierto que la primera vez que vio a Borges ella tenía 12 años, cuando un amigo de su padre que era fanático del escritor la llevó a escuchar una de sus conferencias.
“Ahí lo vi por primera vez. Y no entendí nada, por supuesto (risas). Pero hubo algo que fue muy importante para mí. Yo era muy tímida –en realidad todavía lo soy, aunque he aprendido a dominarlo–. Cuando había más de dos o tres personas a mi alrededor, casi no podía hablar. Me aterraba pensar que me iba a pasar lo mismo cuando tuviera delante a muchos alumnos. Y eso me llenaba de angustia. Cuando Borges entró (los tímidos se reconocen como animales en la selva), yo dije: “Pero este señor es más tímido que yo. Cómo va a hacer para hablar delante de toda esta gente”. Y cuando terminó, pensé: “Si este señor puede, yo voy a poder enseñar. Ahí llegó la paz a mi vida”.
En ‘El remordimiento’ Borges dice que cometió el peor de los pecados, no ser feliz.
Ese poema lo escribió tres días después de la muerte de su madre. En realidad fue muy divertido porque era un poema que Borges al final detestaba [risas]. Y me decía: “Mire, nunca vaya a escribir nada tres días después de que yo muera. Porque eso será sentimental, llorón como un mal tango y la va a perseguir toda su vida. Pero es un buen poema.
¿Alguna vez te has preguntado cómo hubiese sido tu vida sin Borges?
Según mis amigos, mucho más positiva para mí misma.
¿Por qué?
No, yo elegí de alguna manera todo esto. Recuerdo que yo tenía una profesora en Buenos Aires que era Ana María Barrenechea. Cuando yo llegué con Borges a la Universidad de Columbia, ella me decía: “Quédate acá, él es un viejo egoísta”. Y yo le decía que esa era mi elección. Y eso que ella para mí era como una diosa, era lo que yo quería llegar a ser.
Hay un texto de Arreola que dice: “La mujer que amé se ha convertido en un fantasma y yo soy el lugar de sus apariciones”. ¿Tú eres ese lugar para Borges?
No, ¡esperemos que no! Yo soy yo, como le decía a él. Lo que pasa es que él era la mitad de mi alma, pero la otra mitad soy yo.
¿Por qué no has publicado nada tuyo?
Bueno, yo escribo cuentos. Entonces, Borges quería escribir el prólogo, y yo no quería. Y no podía publicar porque era como una ofensa, un desprecio. Él me insistía para que yo los publicara, y cuando se ponía muy pesado, le decía: “Está bien, voy a publicar uno en algún diario o revista”.
Dices que van a relanzar ‘Prisma’.
Sí, la revista de poesía que Borges hacía cumple 90 años. Esta revista mural apareció pegada en las paredes de Buenos Aires cuando Borges volvió de Europa en los años 20. Vamos a hacer todo un movimiento que se llama ‘Un poema para una luna’. La idea la trajo de Madrid a la fundación en Buenos Aires una poeta, y consiste en que todo el mundo sale a la calle con un poema que puede ser propio o de un autor que a uno le gusta y se coloca en los limpiaparabrisas de los autos. Vamos a hacerlo para el cumpleaños de Borges, que yo festejo siempre el 24 de agosto.
¿Cuando ustedes viajaban y él ya no veía te costaba trabajo describirle los lugares, te intimidaba su verbo?
No, no, todo lo contrario. Yo descubrí que Borges tenía un mundo visual increíble. Incluso los fracasos de los directores de cine con los cuentos de Borges se deben a que al director se le escapa todo lo que está debajo de lo visual, es decir, la esencia de los cuentos. Quizás los que se salvan son ‘Hombre de la esquina rosada’, de René Mugica, y ‘La estrategia de la araña’, de Bertolucci.
Borges decía que tu padre te había educado para él
Lo que pasa es que teníamos sensibilidades muy parecidas. ¡No hablo de genialidad, eh!, hablo de sensibilidad. Si no, hubiese sido imposible que se diera una relación así. De alguna manera es como si siguiera con él. Y es lindísimo porque todo el mundo me ayuda a que esa especie de realidad virtual sea casi verdadera, aunque sé que ya partió.
HOJA DE VIDA
María Kodama
Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1933. De ascendencia japonesa, se formó como licenciada en Literatura y es traductora del islandés.
En 1975 se convirtió en la secretaria personal de Borges y lo acompañó en sus viajes. Fue el inicio de su relación.
Decisiones suyas sobre la obra del escritor han generado polémica en el medio.