Lo llaman Sniper (que se pronuncia: esnaiper) y es algo más que un grafitero, un artista callejero. Para toda una tribu urbana, la suya, es un dios pagano.
Miles de admiradores suyos besan cada una de sus pinceladas en las paredes. Sin embargo, sus intervenciones son desafíos; otras veces, venganzas. Verdaderas acciones callejeras que juegan al límite de lo legal, algunas de las cuales han tenido consecuencias fatales, como la que le costó la vida al hijo de un poderoso empresario español, fascinado por emular las acciones ‘antisistema’ llevadas adelante por quien es conocido como un “francotirador callejero”. Y Alejandra Varela, Lex, especialista en arte urbano, tiene que averiguar quién es y cuál es su objetivo. Tarea difícil: nadie le ha visto la cara y más de uno lo quiere ver muerto.
Si Sniper es un dios pagano, el grafiti es una religión en cuyo evangelio hay frases que son tomadas como un dogma entre sus cultores: “Si es legal, no es grafiti”, “el poder siempre intenta domesticar lo que no puede controlar”, “el grafiti es el único arte vivo”, “la calle es el único sitio donde sabes que algo es real”, “el arte solo existe ya para despertarnos los sentidos y la inteligencia y para lanzarnos un desafío”.
‘El francotirador paciente’ (Alfaguara, 304 páginas) es la última novela de Arturo Pérez Reverte. Excorresponsal de guerra que en 1986 se convirtió en exitoso escritor, volvió a desempolvar su oficio de periodista -por el que era reconocido inicialmente en su país, España- para sumergirse en la subcultura del grafiti, su tribu, sus códigos, sus peligros y sus metas. Y hasta ahora la crítica a este trabajo de inmersión le ha sido bastante favorable. “Digámoslo claro: nunca se agradecerá bastante a Reverte haber hecho entrar a tantos lectores en esa literatura y esa historia cautivándolos con unas narraciones apasionantes y, por la fascinación que produce el héroe, implicándolos como coprotagonistas”, dijo, por ejemplo, el filólogo y crítico literario español Francisco Rico.
En el periódico italiano La Repubblica, este ‘thriller’, que apela sobre todo a la inteligencia, cosechó este comentario: “Hay un escritor que se parece al mejor Spielberg más Umberto Eco. Se llama Arturo Pérez Reverte“.
Nacido en Cartagena, Murcia, en 1951, el periodismo y la literatura coexistieron en él hasta principios de los años 90, cuando luego de cubrir la Guerra de los Balcanes se retiró asqueado del primero de esos mundos para meterse de lleno en el segundo. Y le ha ido muy bien.
“Mi mundo narrativo habla de gente que ha tenido fe, ya sea en el amor, en la patria o en el periodismo, y que por diversas circunstancias la vida les despoja de esas fes y lo fatiga. Es lo que quedó de ellos después del naufragio. Mis novelas son la historia de un fracaso tras el cual se intenta sobrevivir. Son héroes cansados”, ha dicho Pérez-Reverte, uno de los escritores españoles más prolíficos