Gonzalo Ortiz Crespo: ‘Fue la pobreza lo que definió a esta ciudad’

Es miembro de las academias de Historia y de Lengua. Escribió para los diarios El Tiempo, Hoy, EL COMERCIO y la revista Gestión. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO

Gonzalo Ortiz Crespo ha sido una figura constante ante la opinión pública. Es periodista, profesor universitario, miembro de las academias de Lengua y de Historia, y un largo historial de distintos cargos de la administración pública, organizaciones y etc.

¿Cuántas páginas tiene su curriculum vitae?

No demasiadas porque no incluyo los cursos cortos, diplomas y esas cosas que suelen llenar muchas páginas. Pero lo sustancial es que tengo que hacer una lista aparte de bibliografía porque tengo 16 libros publicados, cerca de 30 como coautor, he traducido y editado libros. Eso ocupa como cuatro páginas. Y la parte más vitae, debe tener unas 10 páginas.

Pero uno diría que está sobrecalificado, no lo puedo contratar…

He tenido una experiencia vital de la que estoy muy agradecido porque he combinado las tareas intelectuales, la investigación académica, el ser profesor con el periodismo. Pero he podido ser también político activo, tanto por el nombramiento de Rodrigo Borja, y luego por elección popular. Fui concejal y luego vicealcalde unos meses, cuando Paco Moncayo se retiró. Esta combinación ha sido fantástica. Y todavía no se acaba porque estoy en plena actividad.

¿Y en qué anda ahora?

Estoy terminando mi tercera novela, que espero sacar en un mes. Se llama ‘Pecunia non olet’ (la plata no huele); es un thriller sobre la corrupción.

¡Un thriller! Interesante. Es una tradición que exmiembros de la CIA, FBI, Scotland Yard, se convierten en autores policiales. Usted que ha estado en Gobierno, va a tratar la corrupción…

Es una novela que me da vueltas desde hace años. Quería contarla de alguna manera. Pude haber recogido mis artículos en EL COMERCIO para publicar un libro de ensayo, algo que muchos hacen, pero me dije que tenía que contarla de otra manera. Un ensayo sociológico me parecía muy aburrido. Y como tengo esto del periodismo que es el narrar una historia, pensé en una novela.

¿Cómo pudo conciliar eso de ser periodista en unos momentos y político en otros? Como que no hay retorno al periodismo luego de saltar a la política…

Creo que la condición fundamental -sin querer alabarme- es haber podido guardar la objetividad. Cuando no es la pasión la que lo domina a uno, cuando la honestidad, una vida transparente, que no ha sacado de la política ni del periodismo beneficios personales, sino el derecho de vivir del trabajo, uno puede estar tranquilo. Felizmente he sido un desprendido de eso y he conservado mi capacidad de independencia y de ejercer el periodismo y la política con pulcritud.

Una de sus preocupaciones ha sido Quito. Fue concejal, llegó a ser vicealcalde y, sobre todo, ha escrito varios libros sobre la ciudad. Muchos lamentan que la capital ya no es lo que era, pero ¿acaso alguna ciudad es lo fue?

Cuando rescatamos con Paco Moncayo el Centro Histórico, es como que varios Quitos encontraron su alma. Una ciudad es un espacio físico y una constante, bulliciosa y múltiple interacción y el Centro le devolvió el alma a Quito. Lamentablemente se ha vuelto a perder. Y ha venido bajando grada tras grada con alcaldes que desperdiciaron su oportunidad y ahora estamos en el desastre universal. La ciudad está reinventándose. Ya no es lo que fue y tiene unas posibilidades curiosísimas de desarrollo. Ahora la ciudad está volcándose de manera aluvional a los valles. Yo me imagino una novela distópica en que la gente va a lo largo del escalón superior de Quito y durante kilómetros y kilómetros todo esté vacío, tomado por la mala hierba, el olor nauseabundo porque ya nadie vive en el Quito tradicional. Y no es solo el centro histórico, sino Iñaquito, la Villaflora, y varios sectores que aún tienen vida, pero que de pronto ya no la tendrán si siguen así.

¿Cómo hacer una ciudad si sus ciudadanos, y sobre todo sus élites, buscan escapar de ella? Apenas pudieron, del centro partieron a La Mariscal y sucesivamente a El Batán, Quito Tenis, González Suárez, El Condado, el Valle de los Chillos y ahora Cumbayá.

Sí. Mi padre mantuvo su casa en San Marcos hasta el momento de su muerte. Pero él también vio una alternativa en el Valle de los Chillos y construyó una casa que en principio era una quinta de fin de semana, pero en la que mi mamá vivió 25 años. Él quiso permanecer en el centro, pero casi se hizo imposible. San Marcos, un barrio tan hermoso, pasó por un período muy feo en el que el intendente de policía era dueño de prostíbulos en el barrio. Se le hizo muy difícil quedarse. La ciudad tiene que reinventarse de alguna manera. El escalón superior, el del Quito de los
2 800 metros, va a tener que rehacerse. Habrá que botar muchos edificios y hacer parques, hacerlo atractivo de otra manera, lograr que haya mucha más residencias. Ya no se trata no solamente de que el Centro Histórico pueda tener viviendas, sino El Ejido, las calles de la ciudadela América, porque están vaciándose.

Pero Quito es una ciudad para no ser caminada, la gente no se toma sus calles…

También es por la geografía, las bajadas y las cuestas influyen mucho. Ahora, los dos grandes llanos, el de Turubamba y de Iñaquito, no eran los adecuados para la vivienda en épocas preincásicas, incásicas y coloniales, y se concentraron en esta zona de quebradas porque era en la que podía defenderse. Fue quedando la ciudad y allí la pobreza definió a Quito. La crisis económica que duró más de un siglo, desde mediados del siglo XVIII hasta bastante más de la mitad del siglo XIX es la que hizo que Quito se preservara, quedara inmóvil, sin crecimiento. Felizmente, llegó la conciencia de que había que preservarlo y no botarlo como ocurrió en Lima, en Bogotá o en Caracas, donde destruyeron su centros históricos. Quito se preservó en buena parte por esa larga crisis económica.

Trayectoria

Es miembro de las academias de Historia y de Lengua. Escribió para los diarios El Tiempo, Hoy, EL COMERCIO y la revista Gestión. Fue secretario de comunicación y de la Administración de Rodrigo Borja y concejal de Quito. También fue profesor universitario.

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