Una obra de arte abstracta y con matices rojos, que en una de sus esquinas lleva marcado el nombre del artista argentino radicado en Cuenca, Ariel Dawi, es la principal referencia en el ingreso de su galería. Este local cuenta con tres plantas y allí exhibe sus obras.En el 2007, Dawi abrió esta galería en Cuenca con la idea de mostrar su trabajo. Y está sorprendido porque son contados los cuencanos que ingresan a la galería; la mayoría: turistas, estudiantes y personas vinculadas al arte.Este argentino, que llegó hace 19 años a exponer en la capital azuaya, se sintió atraído por esta urbe, por ello decidió quedarse a vivir. Según él, su galería no es rentable y sus obras las comercializa principalmente en Quito, Guayaquil y en el exterior.
Dawi dice también que, a pesar de no tener ganancias económicas, mantiene su galería como un aporte cultural para la capital azuaya. Además, como una forma de hacer contactos con artistas y estudiantes que la visitan.
Como él, otros artistas se ingenian formas de atraer ganancias a sus galerías. Una de ellas es ofrecer el servicio de marquetería (colocar marcos a los cuadros); en esta modalidad está Hernán Pesántez, quien abrió su local en el año 2000.
Pesántez dice que abrió la galería porque sus clientes dejaron de buscarlo en su casa. En un inicio solo ofrecía sus obras, pero al ver que no se vendían rápido empezó con los trabajos de marquetería. Según él, no gana mucho y por cada trabajo cobra alrededor de USD 20.
Él también cuenta que la comercialización de las obras de arte ha decaído porque ingresan obras de Colombia y Perú, “que se venden desde USD 30”. Las suyas cuestan USD 200.
Este cuencano dice que muchas veces no tiene ni para pagar el arriendo. En un mes bueno vende unos USD 400, “mantengo este espacio por amor al arte y porque tengo otro ingreso producto de la docencia”.
“En Guayaquil esta realidad es similar”, dice el artista y galerista David Pérez McCollum, de la galería DPM. Cuenta que durante los 22 años que funciona este espacio ha logrado atraer clientela del exterior, porque participó en ferias en Madrid, Buenos Aires, Nueva York, México…
Además, cree que la apertura de una galería en Miami contribuyó para que los coleccionistas conocieran las obras que ofrece DPM. Él asegura que vender obra de los artistas ecuatorianos todavía es difícil, y que recién desde el año pasado empezó a moverse el mercado “porque aparecieron nuevos coleccionistas”. Uno de los artistas que más obra ha vendido con DPM es el cuencano Pablo Cardoso. Él tiene 26 años de carrera artística y ha expuesto en Brasil, España, Corea, Cuba, EE.UU. Incluso su trabajo está incluido en un libro del afamado curador Gerardo Mosquera.
El pintor y curador Patricio Palomeque añade que Cuenca no es la única ciudad del país donde casi no existen galerías, que esta realidad obedece a la crisis bancaria que ocurrió en 1999.
Palomeque recuerda que aquella crisis ocasionó que varias obras de arte se comercializaran a precios irrisorios y también que se cerraran galerías como, por ejemplo, La Galería en Quito.
Además considera que el problema radica en que en el país hay pocos coleccionistas y las empresas e industrias no destinan un porcentaje de sus ganancias para invertir en arte, como ocurre en Colombia, Brasil y otros países.
El artista también cree que la inexistencia de políticas estatales que apoyen la comercialización del arte es otro factor. La realidad parece darle razón: son contados los artistas nacionales que venden su obra, uno de ellos es Édgar Carrasco, también cuencano.